domingo, 14 de septiembre de 2014

Noche de putas



De los momentos del día, sin duda el que más me llama es la noche, dimensión aparte llena de secretos y prodigios, campo a deseos, ensueños y pasiones, espacio donde todo por el día prohibido, toma lugar y  se justifica,  la oscuridad tiene un carácter seductor que se conecta con quién sabe qué partes de nuestros cuerpos intangibles, y motivan a la carne a actuar de maneras que a la luz del día sería casi imposible de llevar a cabo.
Hay noches estrelladas que me han prodigado en inocentes fantasías, noches oscuras en las que al oído me respiran seres infernales, noches lluviosas que desatan románticos ensueños, noches cálidas que incitan al abrazo lúdico, noches donde hay caminantes oscuros y flota en el ambiente el miedo cual niebla invisible a los ojos, pero que desorbita los  párpados sin explicación alguna, noches de luna donde mi bestia interna se despierta otorgándome gran inquietud  en la entraña y mucha percepción extrasensorial…

Pero hoy no es una noche de esas, las nubes de septiembre que siempre auguran lluvia ciclónica ocultan al satélite en su totalidad, tampoco la luz estelar se filtra al mundo, una paz desesperante rodea mi habitación, pleno en frustración, soledad y enojo, abandono el bolígrafo, me levanto de la silla fastidiado, cojo mi chaqueta, abandono el teléfono y salgo a las calles vacías, las luces de la distante cuidad hacen sentirme, distante, ajeno, insignificante.
Compro cigarrillos aunque no fumo, pero hoy estoy distinto, soy otro, o tengo ganas de ser otro, mundano y mediocre, mis pasos me llevan sin prisa pero certeros al  sitio, un par de gorilas me cierran el paso a la brillante entrada, con un fingido acento amable me pasan báscula y me dicen:
Bienvenido patrón, diviértase estamos para atenderlo.
Me adentro por un pasillo lleno de espejos, el sonido a todo volumen del interior  distorsiona disparando armónicos impares que escandalizan mis educados pero mal cuidados tímpanos, me detengo, dudo en avanzar el par de metros que me separan de la calle a una moderna Sodoma tan sórdida como estridente.
Nervioso saco un cigarro, no tengo encendedor pero no importa, una mano atenta me extiende una azulada llama.
¡Gracias!
 Exclamo entre dientes sujetando con los labios el enrollado tabaco, el perfume en la mano me causa excitación pero intento aparentar calma cosa que no ocurre, inhalo con fuerza la primer bocanada y lo uso de detonante, ahora si aparento lo que no soy, con cigarro en boca y mirada de cabrón, doy la cara   a la mujer que con su mejor sonrisa, intenta hacerse de mi atención y de mi plata más tarde, gracias mamacita, le digo imitando a un wey que era actor,  y se llamaba  Valentín Trujillo,  recuerdo haberlo visto tratar así a una fichera en alguna película setentera.
¿Me invitas una copa?
Me lanza de inmediato, con más súplica que seducción en su tono, y mientras lo dice, acaricia la hebilla de mi cinturón, a esto más que deseo me causa un nivel de repulsión elevado, sonrío con la misma falsedad que ella y le respondo:
No mamita, pero gracias por la lumbre.
Antes de haber terminado la frase, la tipa ya había dado la vuelta y perdido todo interés en mí, más seguro, por fin me adentro en esa maloliente sala, donde ya en el tubo una voluptuosa  Eva se contorsiona destacando sus más íntimas partes toqueteándose los flácidos senos, paso obligadamente frente a ella y me lanza una mirada cargada de  lascivia, yo en mi performance de Actor de pelis de ficheras, la miro retadoramente y le mando un beso que le cae debajo de la cintura, ella sonríe y se convulsiona de nuevo en esa exhibición total de sus posibilidades motrices.
Me planto en la barra y pido una Victoria que donde sea que la tomes es la neta, un mesero atentísimo frota una franela en la botella y me extiende la mano, sonríe un poco dejando ver la ausencia de un par de incisivos, imagino entonces como estaría la putiza en la que los perdió.
Escaneo todo mi alrededor, en una mesa cuatro mujeres solas se mueren de aburrición y no es para menos, sus carnes tiene tiempo ya que dejaron sus ideales sitios,  las diminutas prendas no provocan más que lástima a mis ojos, pero no sé, tal vez luego de varias cervezas haya quién las empiece  a ver muy atractivas.
Al fondo dos ñores con facha de albañiles ya perdieron las ansías, la feria y la figura, descansan la cara y brazos sobre la mesa completamente borrachos; en la mesa contigua todo lo contrario ocurre, un par de machines tienen en las piernas a tremendas golfas, una con unas exuberantes  tetas pero pocas nalgas, y la otra, con pocas chichis pero bien culona.
La pista es un espectáculo aparte, parejas, o mejor dicho disparejas bailan un tema de Camila con sus mejores y apretados movimientos:
Besámee, como si el mundo se acabara después…
Besameee y con tus besos pon el mundo al revés.
Y tras pinches besotes en la boca que  les aterrizan las viejas a sus parejas pienso:
¡Verga! no mames que pinche asco…
 No puedo controlar mi expresión facial y volteo a otro lado, un tipo me descubre haciendo gestos  y de inmediato le comento:
-bueno que chingados, ¿están haciendo anticuerpos, no?
Nos cagamos de la risa y cada quién sigue en su pedo.
Entonces mi mirada da con la fila de chicas que esperan por entrar a los apestosos baños que como por regla estos metederos así los tienen, se abre la puerta y sale un ángel oscuro de como uno sesenta, morena clara de no más de mm, ¿qué será? unos veintidós, a lo mucho, o quizá menos y este estilo de vida le haga aparentar más edad de la que tenga.
La observo con curiosidad por todos lados, lindas piernas, vientre planito, caderas pero no tanto, senos pero no escandalizan, rostro bonito diría yo, ella descubre mi mirada y de inmediato me coquetea, con la cabeza la llamo y se alegra de inmediato.
Busco una mesa, jalo una silla para que se acomode y yo me planto en otra, pero ella rechaza mi ofrecimiento, viene directo a mí, y se sienta en mis piernas, mi primer pecado de novato que olvido de inmediato, ella me circunda todo con sus felinos y entrenados brazos, por fuerza mis manos van a dar a sus piernas y cintura, ¡que tacto, neta que rica piel!
¿Cómo te llamas? Me lanza muy sonriente.
Me llamo Hugo…  segundo error, -pendejo para que le dices tu nombre- pienso.
Ah y dime ¿a qué te dedicas?
¡No pues debo mostrarme importante! -Soy ingeniero- respondo medio mamoncito -ahí vas otra vez, ¿Que viniste a confesarte? -Me reprocho de nuevo.
Orales, que padre, ¿oye me invitas algo de tomar?
Claro muñeca, ¿Que tomas? Dime
Una cerveza, responde llamando con la mano al mesero que de inmediato se la pone en la mesa, ella con una servilleta la enreda, marcándola o algo por el estilo, seguimos conversando, a esto ya traigo dentro varias vickys de media y la lengua se me ha aflojado tanto como la moral, le acaricio el vientre y algo más,  también la espalda y con lo delgada que es me alcanza para apretarle un seno.
A mí me gusta bailar, al oído me susurra y anima en mí algo más que mis deseos por el baile, la conduzco y ella camina como en un certamen de belleza, una vez sobre la pista iluminada, me lleva las manos al cuello y gruñe como gatita, mmmrrmmrr, esa canción me gusta muchooo.
“Y no es por esooo, que haya dejado de quererte un solo día, estoy contigo aunque estés lejos de mi vida, por tu felicidad a costa de la mía”….
Regresamos a la mesa, ella pide otra chela, a mí no se me va  la onda de que la otra ni se la ha tomado, pero nada le digo, bebemos una y otra más, más caricias, mas cachondeo, ella me habla de la colonia  pinchurrienta donde vive con su mama y su hijo, -él es todo para mí me dice, por eso trabajo, para que nada le falte-
Y el papá le pregunto, ¿dónde está?
Yo soy de Veracruz, y allá lo deje, es un hijo de la chingada que me pegaba, por eso me vine para acá.
Miro sus lindos rasgos y me pregunto, ¿quién se atreve a madrear a una chamaca tan chula? no mames.
 Pero el encanto me dura poco, ella se acerca al mesero y le habla al oído, este  va y regresa de inmediato, sirviendo otra cerveza y recogiendo disimuladamente las tres o cuatro botellas semi- vacías que ella mantiene lejos de mi alcance, ya llevo seis mi amor, págamelas por favor.
Espera le respondo, no llevas seis, si acaso son cuatro.
La cachonda diva se transforma en una fiera y me responde, retándome con la mirada:
Mira cabrón, si no traes dinero, para que me llamas contigo, págame ahorita mis cervezas para no tener ningún problema.
Salgo de la hipnosis que tal bicho me había provocado y de inmediato saco la cartera, cuanto te debo, le pregunto tan frio como ella.
Son doscientos pesos, me dice muy segura.
¡Hija de su pinche madre!
Pienso mientras pago de mala gana pero de inmediato, entonces se lleva el dinero al seno y desaparece de mi vista rumbo al baño, yo me sonrío, y volteo en otra dirección,  donde una mirada ya me sigue con interés, ignoro esto pensando: Pinches putas  son bien hijas de la chingada…
Camino rumbo  la salida, encuentro a un conocido, nos miramos, nos sonreímos, yo levanto los hombros, el en señal de aprobación, me extiende un brindis con su chela mientras la chica sobre sus pantalones le besa el cuello y oreja, la niebla es tan densa que casi se toca, alientos y perfumes agrios condimentan el fuerte olor a sexo, a feromonas, a sudores y lubricaciones.
Salgo a la calle el frio de la madrugada, me apendeja un poco más de lo que las chelas ya lo hicieron, los gorilas en la puerta me observan con atención para adivinar si me voy huyendo sin pagar o ya muy pedo para robarme y luego subirme a un taxi, o solo decirme:
¡Pásele patrón regrese pronto,  buenas noches!
Yo un poco atemorizado por su escrutinio, respondo:
¿Se debe algo?
Nada, mi jefe, pásele.
Agradezco y camino de regreso, Tropiezo a cada rato por el mal estado de la calle y por el mal estado de mí mismo,  reflexiono y me cuestiono en varios sentidos:
Cuanta necesidad, cuanta carencia, cuanta pinche soledad. 
¡Qué pinches gustos de venir a tirar dinero a lo pendejo en esta madre!
Recuerdo entonces las  palabras de un camarada:
- las viejas más baratas son las putas porque te cobran y a lo que van, no se andan con pendejadas-
O esto otro:
Va a llegar un día en el que solo tendremos dos cosas que darle a una vieja: asco y dinero, ojala que para entonces, tengamos mucho.
Llego a casa, el olor a antro me fastidia, no, no soy de esas andanzas voy a la regadera a quitarme el perfume de estrella, así se llama la nena o por lo menos así me dijo que se llamaba la cabrona.
 No hubo revancha, ni satisfacción, ni enseñanza, no hay nada relevante que contar en una noche gris como esta, en una noche de putas.

Bibián Reyes Septiembre de 14

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