De
los momentos del día, sin duda el que más me llama es la noche, dimensión
aparte llena de secretos y prodigios, campo a deseos, ensueños y pasiones,
espacio donde todo por el día prohibido, toma lugar y se justifica,
la oscuridad tiene un carácter seductor que se conecta con quién sabe qué
partes de nuestros cuerpos intangibles, y motivan a la carne a actuar de
maneras que a la luz del día sería casi imposible de llevar a cabo.
Hay
noches estrelladas que me han prodigado en inocentes fantasías, noches oscuras
en las que al oído me respiran seres infernales, noches lluviosas que desatan
románticos ensueños, noches cálidas que incitan al abrazo lúdico, noches donde
hay caminantes oscuros y flota en el ambiente el miedo cual niebla invisible a
los ojos, pero que desorbita los párpados sin explicación alguna, noches
de luna donde mi bestia interna se despierta otorgándome gran inquietud
en la entraña y mucha percepción extrasensorial…
Pero
hoy no es una noche de esas, las nubes de septiembre que siempre auguran lluvia
ciclónica ocultan al satélite en su totalidad, tampoco la luz estelar se filtra
al mundo, una paz desesperante rodea mi habitación, pleno en frustración,
soledad y enojo, abandono el bolígrafo, me levanto de la silla fastidiado, cojo
mi chaqueta, abandono el teléfono y salgo a las calles vacías, las luces de la
distante cuidad hacen sentirme, distante, ajeno, insignificante.
Compro
cigarrillos aunque no fumo, pero hoy estoy distinto, soy otro, o tengo ganas de
ser otro, mundano y mediocre, mis pasos me llevan sin prisa pero certeros
al sitio, un par de gorilas me cierran el paso a la brillante entrada, con
un fingido acento amable me pasan báscula y me dicen:
Bienvenido
patrón, diviértase estamos para atenderlo.
Me
adentro por un pasillo lleno de espejos, el sonido a todo volumen del interior distorsiona disparando armónicos impares que
escandalizan mis educados pero mal cuidados tímpanos, me detengo, dudo en
avanzar el par de metros que me separan de la calle a una moderna Sodoma tan
sórdida como estridente.
Nervioso
saco un cigarro, no tengo encendedor pero no importa, una mano atenta me
extiende una azulada llama.
¡Gracias!
Exclamo
entre dientes sujetando con los labios el enrollado tabaco, el perfume en la
mano me causa excitación pero intento aparentar calma cosa que no ocurre,
inhalo con fuerza la primer bocanada y lo uso de detonante, ahora si aparento
lo que no soy, con cigarro en boca y mirada de cabrón, doy la cara
a la mujer que con su mejor sonrisa, intenta hacerse de mi atención y de mi
plata más tarde, gracias mamacita, le digo imitando a un wey que era actor,
y se llamaba Valentín Trujillo, recuerdo haberlo visto tratar
así a una fichera en alguna película setentera.
¿Me
invitas una copa?
Me
lanza de inmediato, con más súplica que seducción en su tono, y mientras lo
dice, acaricia la hebilla de mi cinturón, a esto más que deseo me causa un
nivel de repulsión elevado, sonrío con la misma falsedad que ella y le respondo:
No
mamita, pero gracias por la lumbre.
Antes
de haber terminado la frase, la tipa ya había dado la vuelta y perdido todo
interés en mí, más seguro, por fin me adentro en esa maloliente sala, donde ya
en el tubo una voluptuosa Eva se contorsiona destacando sus más íntimas
partes toqueteándose los flácidos senos, paso obligadamente frente a ella y me
lanza una mirada cargada de lascivia, yo en mi performance de Actor de
pelis de ficheras, la miro retadoramente y le mando un beso que le cae debajo
de la cintura, ella sonríe y se convulsiona de nuevo en esa exhibición total de
sus posibilidades motrices.
Me
planto en la barra y pido una Victoria que donde sea que la tomes es la neta,
un mesero atentísimo frota una franela en la botella y me extiende la mano,
sonríe un poco dejando ver la ausencia de un par de incisivos, imagino entonces
como estaría la putiza en la que los perdió.
Escaneo
todo mi alrededor, en una mesa cuatro mujeres solas se mueren de aburrición y
no es para menos, sus carnes tiene tiempo ya que dejaron sus ideales sitios,
las diminutas prendas no provocan más que lástima a mis ojos, pero no sé,
tal vez luego de varias cervezas haya quién las empiece a ver muy
atractivas.
Al
fondo dos ñores con facha de albañiles ya perdieron las ansías, la feria y la
figura, descansan la cara y brazos sobre la mesa completamente borrachos; en la
mesa contigua todo lo contrario ocurre, un par de machines tienen en las
piernas a tremendas golfas, una con unas exuberantes tetas pero pocas
nalgas, y la otra, con pocas chichis pero bien culona.
La
pista es un espectáculo aparte, parejas, o mejor dicho disparejas bailan un
tema de Camila con sus mejores y apretados movimientos:
Besámee,
como si el mundo se acabara después…
Besameee
y con tus besos pon el mundo al revés.
Y
tras pinches besotes en la boca que les aterrizan las viejas a sus
parejas pienso:
¡Verga!
no mames que pinche asco…
No
puedo controlar mi expresión facial y volteo a otro lado, un tipo me descubre
haciendo gestos y de inmediato le comento:
-bueno
que chingados, ¿están haciendo anticuerpos, no?
Nos
cagamos de la risa y cada quién sigue en su pedo.
Entonces
mi mirada da con la fila de chicas que esperan por entrar a los apestosos baños
que como por regla estos metederos así los tienen, se abre la puerta y sale un
ángel oscuro de como uno sesenta, morena clara de no más de mm, ¿qué será? unos
veintidós, a lo mucho, o quizá menos y este estilo de vida le haga aparentar
más edad de la que tenga.
La
observo con curiosidad por todos lados, lindas piernas, vientre planito,
caderas pero no tanto, senos pero no escandalizan, rostro bonito diría yo, ella
descubre mi mirada y de inmediato me coquetea, con la cabeza la llamo y se
alegra de inmediato.
Busco
una mesa, jalo una silla para que se acomode y yo me planto en otra, pero ella
rechaza mi ofrecimiento, viene directo a mí, y se sienta en mis piernas, mi
primer pecado de novato que olvido de inmediato, ella me circunda todo con sus
felinos y entrenados brazos, por fuerza mis manos van a dar a sus piernas y
cintura, ¡que tacto, neta que rica piel!
¿Cómo
te llamas? Me lanza muy sonriente.
Me
llamo Hugo… segundo error, -pendejo para que le dices tu nombre- pienso.
Ah
y dime ¿a qué te dedicas?
¡No
pues debo mostrarme importante! -Soy ingeniero- respondo medio mamoncito -ahí
vas otra vez, ¿Que viniste a confesarte? -Me reprocho de nuevo.
Orales,
que padre, ¿oye me invitas algo de tomar?
Claro
muñeca, ¿Que tomas? Dime
Una
cerveza, responde llamando con la mano al mesero que de inmediato se la pone en
la mesa, ella con una servilleta la enreda, marcándola o algo por el estilo,
seguimos conversando, a esto ya traigo dentro varias vickys de media y la
lengua se me ha aflojado tanto como la moral, le acaricio el vientre y algo
más, también la espalda y con lo delgada
que es me alcanza para apretarle un seno.
A
mí me gusta bailar, al oído me susurra y anima en mí algo más que mis deseos
por el baile, la conduzco y ella camina como en un certamen de belleza, una vez
sobre la pista iluminada, me lleva las manos al cuello y gruñe como gatita,
mmmrrmmrr, esa canción me gusta muchooo.
“Y
no es por esooo, que haya dejado de quererte un solo día, estoy contigo aunque
estés lejos de mi vida, por tu felicidad a costa de la mía”….
Regresamos
a la mesa, ella pide otra chela, a mí no se me va la onda de que la otra
ni se la ha tomado, pero nada le digo, bebemos una y otra más, más caricias,
mas cachondeo, ella me habla de la colonia pinchurrienta donde vive con
su mama y su hijo, -él es todo para mí me dice, por eso trabajo, para que nada
le falte-
Y
el papá le pregunto, ¿dónde está?
Yo
soy de Veracruz, y allá lo deje, es un hijo de la chingada que me pegaba, por
eso me vine para acá.
Miro
sus lindos rasgos y me pregunto, ¿quién se atreve a madrear a una chamaca tan
chula? no mames.
Pero
el encanto me dura poco, ella se acerca al mesero y le habla al oído,
este va y regresa de inmediato, sirviendo otra cerveza y recogiendo
disimuladamente las tres o cuatro botellas semi- vacías que ella mantiene lejos
de mi alcance, ya llevo seis mi amor, págamelas por favor.
Espera
le respondo, no llevas seis, si acaso son cuatro.
La
cachonda diva se transforma en una fiera y me responde, retándome con la
mirada:
Mira
cabrón, si no traes dinero, para que me llamas contigo, págame ahorita mis
cervezas para no tener ningún problema.
Salgo
de la hipnosis que tal bicho me había provocado y de inmediato saco la cartera,
cuanto te debo, le pregunto tan frio como ella.
Son
doscientos pesos, me dice muy segura.
¡Hija
de su pinche madre!
Pienso
mientras pago de mala gana pero de inmediato, entonces se lleva el dinero al
seno y desaparece de mi vista rumbo al baño, yo me sonrío, y volteo en otra
dirección, donde una mirada ya me sigue con interés, ignoro esto
pensando: Pinches putas son bien hijas de la chingada…
Camino
rumbo la salida, encuentro a un conocido, nos miramos, nos sonreímos, yo
levanto los hombros, el en señal de aprobación, me extiende un brindis con su
chela mientras la chica sobre sus pantalones le besa el cuello y oreja, la
niebla es tan densa que casi se toca, alientos y perfumes agrios condimentan el
fuerte olor a sexo, a feromonas, a sudores y lubricaciones.
Salgo
a la calle el frio de la madrugada, me apendeja un poco más de lo que las
chelas ya lo hicieron, los gorilas en la puerta me observan con atención para
adivinar si me voy huyendo sin pagar o ya muy pedo para robarme y luego subirme
a un taxi, o solo decirme:
¡Pásele
patrón regrese pronto, buenas noches!
Yo
un poco atemorizado por su escrutinio, respondo:
¿Se
debe algo?
Nada,
mi jefe, pásele.
Agradezco
y camino de regreso, Tropiezo a cada rato por el mal estado de la calle y por
el mal estado de mí mismo, reflexiono y me cuestiono en varios sentidos:
Cuanta
necesidad, cuanta carencia, cuanta pinche soledad.
¡Qué
pinches gustos de venir a tirar dinero a lo pendejo en esta madre!
Recuerdo
entonces las palabras de un camarada:
-
las viejas más baratas son las putas porque te cobran y a lo que van, no se
andan con pendejadas-
O
esto otro:
Va
a llegar un día en el que solo tendremos dos cosas que darle a una vieja: asco
y dinero, ojala que para entonces, tengamos mucho.
Llego
a casa, el olor a antro me fastidia, no, no soy de esas andanzas voy a la
regadera a quitarme el perfume de estrella, así se llama la nena o por lo menos
así me dijo que se llamaba la cabrona.
No hubo revancha, ni satisfacción, ni
enseñanza, no hay nada relevante que contar en una noche gris como esta, en una
noche de putas.
Bibián
Reyes Septiembre de 14