jueves, 14 de agosto de 2014

Tobías



Tobías



Sus manitas sucias sujetan un balde, sus piececitos descalzos, mugrosos, no se acostumbran a las piedritas del camino, recorre la distancia apresurado, sus ojitos denotan temor, no debe demorarse por que don bibis es perrucho y pega coscorrón, llega, llena el balde, camina de regreso, puja y suda, siempre suda, suda de día, suda de noche, la carita perlada brilla bajo el soleado día, regresa con dificultad al callejón, deja el balde, echa a correr, los niños pobres juegan siempre con mucha alegría, corre al solar de junto, la palomilla ahí se divierte, corren tras un gran cerdo que luce grandes colmillos inferiores, lo montan y molestan, no hay restricciones, nadie les da vigilancia ni atención, sólo los  que la divina providencia les provee cada día; jalan pues el rabo del gran puerco, lo hacen gruñir furioso, sale el dueño y corre tras ellos:

- ¡chaaaachos canijos!- grita y los apedrea, entre risas locas huyen rumbo al canal de aguas de riego pastosas mitad detergente mitad heces, sin titubear se quitan hasta los calzones arrojándose al bajo flujo, nadan, exploran, disfrutan con inocencia, comparten su miseria, son amigos, caritas diferentes pero todos iguales, el mismo padre, la misma madre, historias inverosímiles los llevaron a ese lugar y momento, comparten sin prejuicios ese mundo, el único que conocen.

Sus deditos tocan algo diferente en el viscoso piso, palpa de nuevo, no es una roca, no es basura común, el fondo fangoso le impide ver que es, la suciedad del agua le irrita los ojos, aun así se atreve a ir por ello, más esfuerzo del que creía necesario le hace tragar un poco de agua, sale escupiendo pero airoso, tiene en la mano eso inquietante, lo enjuaga, todos se aproximan y lo limpian, una lata oxidada toda  aboyada y de muy mal aspecto yace ahora en el piso, ninguno sabe que es, solo mirándola muy de cerca alguien se percata de que pueden leerse un par de frases en ella.



Sardinas en aceite...

Made in Spain

Existen, muchas reacciones faciales en los rostros de los infantes cada vez que descubren un trozo del mundo, pocas como la del dolor y el hambre se pueden ignorar, en cambio ahora la de alegría que da paso de inmediato a la de desesperación invade esas caritas; la agitan, ahora la azotan, ya le pegan con una piedra, ya la arrojan lo más alto que pueden al aire, nada, la lata no cede...

No recuerdo como la abriste, solo recuerdo tu rostro recrear la misma emoción, una y otra vez que nos contabas la aventura de la sardina oxidada, tu cara recobraba ese gesto y tus ojitos el brillo de ese lejano día, sé que la comieron sin cuidado alguno por lo oxidado de la lata, tampoco por que estuviera ahí desde hace quien sabe cuánto sumergida en el lodo, ni si la fecha de caducidad hubiera expirado, ¡o ni que la chingada! la abrieron, se la comieron y fueron los niños más felices del mundo...

Si, comer era tu coco, una torta, un tamal, unos tacos, a donde fuera que hubiera un puesto querías que te invitáramos de lo que se vendiera, un día entendí esa angustia que desarrollaste por la pobreza de mis abuelos: 

-No le pidas de comer a mi mama manito, no vez que no tiene nada que darnos- le dijiste un día a mi tío  poly, -vente vamos a tomar agüita de la llave y vámonos a dormir-.

Pinche Tobías, cada vez que veo tu foto me pegas un trancazo más duro que el que me hubieras dado alguna vez, pero nada se compara tampoco con el día mas feliz de mis recuerdos contigo, tu traías un pantalón cafecito con la raya planchada en los tubos, una camisa de manga corta de vestir blanca a rayas y unas botas baleaditas, entraste por el pasillo de la casa donde vivíamos en la Agrícola Oriental, la trini te abordo y te dijo contenta su voz mencionando:

Mira flaco sacó diez en su boleta...

Entonces me miraste y esa mirada tuya tan hecha con la ceja levantada desapareció y  fuiste el que siempre has sido detrás de la cara de malo que usaste siempre para ocultar tu bondad, me tomaste en brazos me abrazaste a tu pecho, me hiciste sentir como nunca en mi vida, por tu causa, me caí viejo...

Hoy hace un año que te vi por última vez en esto llamado vida, hoy hace un año tu en mis brazos te echaste a correr, se acabaron las tortas, las corretizas al montar el puerco, las tardes de televisión viendo el “Cuento de Cachirulo” comiendo pan frio en las gradas de tabla, en casa de don cuy, escuchando los reclamos de tus amigos por soltarles un pedo...

Se acabaron las idas a tocar con el sonido, se acabaron los chingaos que nos echábamos siempre, se acabaron las tardes reparando la combi, se acabaron los abrazos y los besos en tu pelona bonita y siempre descalabrada, se acabaron mis días contigo, se agoto tu tiempo, se apago tu luz.

Vino la muerte, y le agradezco que lo haya hecho, pues ya sufrías mucho, ya no me hablabas, ya no me mirabas, ya no tenias días lúcidos, ya no me decías -cómprame un refresco-, ni tampoco -te quiero gordo- con la voz quebrada... gracias flaca, gracias por venir por el.

No olvides que cuando sea mi tiempo, el tiene que venir contigo a llevarme de aquel lado, así se lo pedí, así convenimos.

Ojala perdones todo lo grosero que fui al ofenderte mi viejo, mi zaca, mi Tobías, tienes razón, la tuviste siempre, estoy bien pendejo.

Ahora pienso en ti y los recuerdos dolorosos se alejan con la suave brisa que acaricia mi rostro al andar por ahí, voy y corto uno de tus duraznos, cierro mis ojos y te traigo de tus mejores tiempos, así, fuerte, vigoroso, suda y suda pegando tabiques o manejando histérico el bochito amarillo gritando:

 ¡Muévete, pareces anciano!
 O diciéndome:

 ¿No entiendes? Pinche cerebro de mosca, fíjate mensote...

Nunca te gané a pegarle al marro cuando rompíamos una piedra, ni a sacar un tornillo atascado de un motor, tampoco a resolver un problema arreglando algo, el Ingeniero chingón eres tú, yo nada mas soy tu enano.



Bibián Reyes Agosto del 14.

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