Tobías
Sus manitas sucias sujetan
un balde, sus piececitos descalzos, mugrosos, no se acostumbran a las piedritas
del camino, recorre la distancia apresurado, sus ojitos denotan temor, no debe
demorarse por que don bibis es perrucho y pega coscorrón, llega, llena el
balde, camina de regreso, puja y suda, siempre suda, suda de día, suda de
noche, la carita perlada brilla bajo el soleado día, regresa con dificultad al callejón,
deja el balde, echa a correr, los niños pobres juegan siempre con mucha alegría,
corre al solar de junto, la palomilla ahí se divierte, corren tras un gran
cerdo que luce grandes colmillos inferiores, lo montan y molestan, no hay
restricciones, nadie les da vigilancia ni atención, sólo los que la divina providencia les provee cada día;
jalan pues el rabo del gran puerco, lo hacen gruñir furioso, sale el dueño y
corre tras ellos:
- ¡chaaaachos canijos!-
grita y los apedrea, entre risas locas huyen rumbo al canal de aguas de riego
pastosas mitad detergente mitad heces, sin titubear se quitan hasta los
calzones arrojándose al bajo flujo, nadan, exploran, disfrutan con inocencia,
comparten su miseria, son amigos, caritas diferentes pero todos iguales, el
mismo padre, la misma madre, historias inverosímiles los llevaron a ese lugar y
momento, comparten sin prejuicios ese mundo, el único que conocen.
Sus deditos tocan algo
diferente en el viscoso piso, palpa de nuevo, no es una roca, no es basura común,
el fondo fangoso le impide ver que es, la suciedad del agua le irrita los ojos,
aun así se atreve a ir por ello, más esfuerzo del que creía necesario le hace
tragar un poco de agua, sale escupiendo pero airoso, tiene en la mano eso
inquietante, lo enjuaga, todos se aproximan y lo limpian, una lata oxidada toda
aboyada y de muy mal aspecto yace ahora
en el piso, ninguno sabe que es, solo mirándola muy de cerca alguien se percata
de que pueden leerse un par de frases en ella.
Sardinas en aceite...
Made in Spain
Existen, muchas reacciones
faciales en los rostros de los infantes cada vez que descubren un trozo del
mundo, pocas como la del dolor y el hambre se pueden ignorar, en cambio ahora
la de alegría que da paso de inmediato a la de desesperación invade esas
caritas; la agitan, ahora la azotan, ya le pegan con una piedra, ya la arrojan
lo más alto que pueden al aire, nada, la lata no cede...
No recuerdo como la abriste,
solo recuerdo tu rostro recrear la misma emoción, una y otra vez que nos
contabas la aventura de la sardina oxidada, tu cara recobraba ese gesto y tus ojitos
el brillo de ese lejano día, sé que la comieron sin cuidado alguno por lo
oxidado de la lata, tampoco por que estuviera ahí desde hace quien sabe cuánto
sumergida en el lodo, ni si la fecha de caducidad hubiera expirado, ¡o ni que
la chingada! la abrieron, se la comieron y fueron los niños más felices del
mundo...
Si, comer era tu coco, una
torta, un tamal, unos tacos, a donde fuera que hubiera un puesto querías que te
invitáramos de lo que se vendiera, un día entendí esa angustia que
desarrollaste por la pobreza de mis abuelos:
-No le pidas de comer a mi
mama manito, no vez que no tiene nada que darnos- le dijiste un día a mi tío poly, -vente vamos a tomar agüita de la llave
y vámonos a dormir-.
Pinche Tobías, cada vez que
veo tu foto me pegas un trancazo más duro que el que me hubieras dado alguna
vez, pero nada se compara tampoco con el día mas feliz de mis recuerdos
contigo, tu traías un pantalón cafecito con la raya planchada en los tubos, una
camisa de manga corta de vestir blanca a rayas y unas botas baleaditas,
entraste por el pasillo de la casa donde vivíamos en la Agrícola Oriental, la
trini te abordo y te dijo contenta su voz mencionando:
Mira flaco sacó diez en su
boleta...
Entonces me miraste y esa
mirada tuya tan hecha con la ceja levantada desapareció y fuiste el que
siempre has sido detrás de la cara de malo que usaste siempre para ocultar tu
bondad, me tomaste en brazos me abrazaste a tu pecho, me hiciste sentir como
nunca en mi vida, por tu causa, me caí viejo...
Hoy hace un año que te vi
por última vez en esto llamado vida, hoy hace un año tu en mis brazos te
echaste a correr, se acabaron las tortas, las corretizas al montar el puerco,
las tardes de televisión viendo el “Cuento de Cachirulo” comiendo pan frio en
las gradas de tabla, en casa de don cuy, escuchando los reclamos de tus amigos
por soltarles un pedo...
Se acabaron las idas a tocar
con el sonido, se acabaron los chingaos que nos echábamos siempre, se acabaron
las tardes reparando la combi, se acabaron los abrazos y los besos en tu pelona
bonita y siempre descalabrada, se acabaron mis días contigo, se agoto tu
tiempo, se apago tu luz.
Vino la muerte, y le
agradezco que lo haya hecho, pues ya sufrías mucho, ya no me hablabas, ya no me
mirabas, ya no tenias días lúcidos, ya no me decías -cómprame un refresco-, ni
tampoco -te quiero gordo- con la voz quebrada... gracias flaca, gracias por
venir por el.
No olvides que cuando sea mi
tiempo, el tiene que venir contigo a llevarme de aquel lado, así se lo pedí, así
convenimos.
Ojala perdones todo lo grosero
que fui al ofenderte mi viejo, mi zaca, mi Tobías, tienes razón, la tuviste
siempre, estoy bien pendejo.
Ahora pienso en ti y los
recuerdos dolorosos se alejan con la suave brisa que acaricia mi rostro al andar
por ahí, voy y corto uno de tus duraznos, cierro mis ojos y te traigo de tus
mejores tiempos, así, fuerte, vigoroso, suda y suda pegando tabiques o
manejando histérico el bochito amarillo gritando:
¡Muévete, pareces anciano!
O diciéndome:
O diciéndome:
¿No entiendes? Pinche cerebro de mosca, fíjate
mensote...
Nunca te gané a pegarle al
marro cuando rompíamos una piedra, ni a sacar un tornillo atascado de un motor,
tampoco a resolver un problema arreglando algo, el Ingeniero chingón eres tú,
yo nada mas soy tu enano.
Bibián Reyes Agosto del 14.
No hay comentarios:
Publicar un comentario