JAMADÍ (GRACIAS)
El camino
del aprendizaje es uno muy largo que en
realidad nunca termina, un camino
sinuoso, a veces parece apartarse de la ruta a nuestros objetivos, pero la vida
en su gran sabiduría siempre nos lleva al sendero adecuado, lecciones de
grandeza y humildad se toman en los lugares más inesperados, y no siempre el
sitio más ostentoso es mejor que uno sencillo, los grandes misterios y las más
grandes maravillas nos aguardan en cualquier parte, solo basta que nuestra
sensibilidad este ahí intacta, que el ego y la soberbia a raya observen
impotentes, y que nunca el estar subidos en un papel nos haga levantar mucho la
ceja.
Este sábado
mi destino me llevó a la sierra de Veracruz, donde opera un proyecto
radiofónico de esos que enamoran, de los que llenan, de los que mantienen el
espíritu del medio intacto y lo cumplen: servir.
Con fervor
que en cada pupila se nota, los operadores de este medio se ponen al aire, mandando
luces a través del campo electromagnético de nuestra tierra, entregan
información, música, orientación, consejos.
¿Qué hace
la diferencia -pueden cuestionarme- con cualquier otro medio en cualquier otra
parte?
La
inocencia, la verdad, la entrega.
La inocencia
es uno de los dones que el cielo nos otorga de cuna y de los primeros en dejar
ir, la inocencia es una virtud que pude extraer sin la ayuda del teorema de Fourier
en este caso. La inocencia asoma en cada palabra en cada gesto de los que
cumplen aquí esta incomparable labor.
Inocencia en el hablar sin pose, inocencia al mirar al
vacío como en conexión con sus cien o mil o cinco o diez escuchas, inocencia
que solo refleja un niño en la mirada cuando es sorprendido imitando algo que
sus mayores harían, yo les devuelvo a esas miradas una gran sonrisa, no, no se más ni soy más que
ustedes, (pienso mientras les sonrío) solo traigo conocimientos distintos, es todo.
Eduardo me
atiende con mucha amabilidad, tanto como el buen Inocencio lo hiciera en días pasados,
nervioso paso al estudio de producción, ¡hum!,
consola digital, interfaces, una Mac, monitores
lindos, micrófonos de diversos tipos, en resumen buenos fierros.
Le entro a
la configuración, mi sinopsis se va conectando con los datos de teorías y tips
de grandes maestros y con muchas, muchas
horas de práctica en el estudio, Eduardo me va respondiendo lo que le
cuestiono:
¿Que graban?
¿Cómo lo hacen? ¿Cómo tenían conectado?
Avanzamos
poco a poco con todo el lenguaje digital que es exigente, llega el medio día,
resolvemos lo más importante, salimos a comer.
La charla degustando
un buen pollo frito nos lleva a compartir cosas personales, soy otomí me dice
con seguridad, que orgullo le respondo,
yo estoy en la búsqueda de mi raíz ¿sabes? Le confieso.
Caminamos
después por el tranquilo pueblo, la
magia emana de los frutos exóticos, de la comida, de las costumbres endémicas,
un gran cuero de cascabel adorna una zapatería artesanal, carne fresca se expende libre de clembuterol,
reímos de cualquier tontería, regresamos a la radio.
Dieciséis canales
digitales sincronizados a la aplicación más popular para la producción musical,
nos dejan plenamente satisfechos, repasamos
todo, preguntas y respuestas quedan anotadas en un cuaderno.
Ya los
niños que recortaban en papel y cantaban coplas al aire se marcharon, en la
cabina de transmisión una locutora no para de mandar saludos y atender los
controles, aquí no hay poses, ni aires de grandeza, ni selfis frente a la
consola, ni retoque de selfis frente a la consola, no es la locutora y sus seguidores es la locutora
siguiendo a la gente, hay verdad, hay pasión,
hay humildad, y por ende hay grandeza.
Gracias me
dicen cuando me marcho,
¡Gracias a ustedes respondo!,
Gracias,
pienso ya en el autobús que serpentea por los maltratados caminos, gracias por
la lección de vida, gracias por su tiempo, por sus atenciones, gracias por
poner a prueba mis habilidades, gracias
por recordarme de lo que la radio se trata, gracias por el soplo a esta llama, gracias
y como dice mi nuevo amigo Lalo, Jamadí inge, Jamadí en Ñuhü en gracias.
¡Jamadí
entonces Radio Campesina!, ¡Jamadí por
siempre!
Bibián
Reyes Agosto del 14.
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