domingo, 24 de agosto de 2014

Jamadí

JAMADÍ (GRACIAS)


El camino del aprendizaje es uno muy largo que  en realidad nunca termina,  un camino sinuoso, a veces parece apartarse de la ruta a nuestros objetivos, pero la vida en su gran sabiduría siempre nos lleva al sendero adecuado, lecciones de grandeza y humildad se toman en los lugares más inesperados, y no siempre el sitio más ostentoso es mejor que uno sencillo, los grandes misterios y las más grandes maravillas nos aguardan en cualquier parte, solo basta que nuestra sensibilidad este ahí intacta, que el ego y la soberbia a raya observen impotentes, y que nunca el estar subidos en un papel nos haga levantar mucho la ceja.
Este sábado mi destino me llevó a la sierra de Veracruz, donde opera un proyecto radiofónico de esos que enamoran, de los que llenan, de los que mantienen el espíritu del medio intacto y lo cumplen: servir.

Con fervor que en cada pupila se nota, los operadores de este medio se ponen al aire, mandando luces a través del campo electromagnético de nuestra tierra, entregan información, música, orientación, consejos.

¿Qué hace la diferencia -pueden cuestionarme- con cualquier otro medio en cualquier otra parte?
La inocencia, la verdad, la entrega.

La inocencia es uno de los dones que el cielo nos otorga de cuna y de los primeros en dejar ir, la inocencia es una virtud que pude extraer sin la ayuda del teorema de Fourier en este caso. La inocencia asoma en cada palabra en cada gesto de los que cumplen aquí esta incomparable  labor.

Inocencia  en el hablar sin pose, inocencia al mirar al vacío como en conexión con sus cien o mil o cinco o diez escuchas, inocencia que solo refleja un niño en la mirada cuando es sorprendido imitando algo que sus mayores harían, yo les devuelvo a esas  miradas  una gran sonrisa, no, no se más ni soy más que ustedes, (pienso mientras les sonrío) solo traigo conocimientos distintos, es todo.

Eduardo me atiende con mucha amabilidad, tanto como el buen Inocencio lo hiciera en días pasados,  nervioso paso al estudio de producción, ¡hum!, consola digital, interfaces, una Mac,  monitores lindos, micrófonos de diversos tipos, en resumen buenos fierros.
Le entro a la configuración, mi sinopsis se va conectando con los datos de teorías y tips de grandes maestros  y con muchas, muchas horas de práctica en el estudio, Eduardo me va respondiendo lo que le cuestiono:
¿Que graban? ¿Cómo lo hacen?  ¿Cómo tenían conectado?

Avanzamos poco a poco con todo el lenguaje digital que es exigente, llega el medio día, resolvemos lo más importante, salimos a comer.

La charla degustando un buen pollo frito nos lleva a compartir cosas personales, soy otomí me dice con seguridad, que orgullo le respondo,  yo estoy en la búsqueda de mi raíz ¿sabes? Le confieso.

Caminamos después por el tranquilo pueblo,  la magia emana de los frutos exóticos, de la comida, de las costumbres endémicas, un gran cuero de cascabel adorna una zapatería artesanal,  carne fresca se expende libre de clembuterol, reímos de cualquier tontería, regresamos a la radio.

Dieciséis canales digitales sincronizados a la aplicación más popular para la producción musical, nos dejan plenamente satisfechos,  repasamos todo, preguntas y respuestas quedan anotadas en un cuaderno.

Ya los niños que recortaban en papel y cantaban coplas al aire se marcharon, en la cabina de transmisión una locutora no para de mandar saludos y atender los controles, aquí no hay poses, ni aires de grandeza, ni selfis frente a la consola, ni retoque de selfis frente a la consola, no es   la locutora y sus seguidores es la locutora siguiendo a la gente,  hay verdad, hay pasión, hay humildad, y por ende hay grandeza.

Gracias me dicen cuando me marcho,
 ¡Gracias a ustedes respondo!,

Gracias, pienso ya en el autobús que serpentea por los maltratados caminos, gracias por la lección de vida, gracias por su tiempo, por sus atenciones, gracias por poner a prueba mis habilidades,  gracias por recordarme de lo que la radio se trata, gracias por el soplo a esta llama, gracias y como dice mi nuevo amigo Lalo,  Jamadí  inge, Jamadí en Ñuhü en gracias.

¡Jamadí entonces Radio Campesina!,  ¡Jamadí por siempre!


Bibián Reyes Agosto del 14.

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