Todos los días es el fin del
mundo.
Todos los días el sol se levanta
radiante por la mañana, en su anunciación al alba, mil almas
penitentes recitan una poesía secreta, las tinieblas huyen al
oriente y del occidente las promesas de un nuevo comienzo surgen en
cada rayo de luz que rasga el manto negro estrellado, lo hacen poco a
poco todo jirones y al cabo de un rato, el telón de fondo azul da
lugar al nuevo día; las aves en su loca algarabía lo reciben como
todos deberíamos pues, cada uno es una promesa, un milagro de la
errática existencia.
El gran foco que asciende mueve a todos
los actores de este capítulo único e irrepetible a moverse, unos
buscando refugio, otros buscando templarse, otros a calmar sus
fuegos, unos más a provocarlos, en todas las latitudes del medio
globo iluminado se realizan los squeches de la gran puesta en escena
llamada vida.
Allá arriba del cerro, Bernardino
lleva rato levantado, ya se lavó el rostro y atisbó el horizonte,
la palabra orbe siempre le ha causado una sensación intensa, imagina
en un segundo recorrerlo entre las nubes volando, divisando todos los
paisajes y continentes ¡que sensación!
Desde su cabaña se distingue una
milésima parte de ese gran “orbe”, se llena los ojos con la
espléndida vista del valle que muy brilloso se mira por completo,
las parcelas prósperas de milpas, los caminos que llegan hasta la
ciudad que cimentada entre las dos sierras le parece, así a la
distancia, vello púbico entre un par de colosales piernas de tierra
morena.
Despeja su mente de esas ideas que le
parecen vagas y sube al burrito, levanta la mano para despedirse de
su prematuramente avejentada mujer y arrea sendero abajo a su
humilde transporte, “ todos los días son un nuevo comienzo” piensa y se lo repite para sus adentros al compás de sus piernas
balanceándose en los costados de su montura.
La maravillosa jornada hace unas horas
estrenada por todos, hombres y bestias, se va ensuciando con malas
obras y perversas actitudes, las oraciones de los devotos y las
penitencias de los eremitas no alcanzan para purgar cada mala acción
que se acumula en el aura del planeta, entonces el sol que decidido
estaba a reinar perenne sobre las tinieblas, enferma de tanta
inconsciencia y resulta gravemente herido, se desploma desde el
cénit recién alcanzado y en una penosa trayectoria sucumbe
finalmente tras el lejano horizonte, no si antes manchar con su
sangre tinta en rojo el firmamento, tal vez reprochando nuestra
bajeza, tal vez, exclamando ultimas bendiciones.
El sendero arriba es siempre y cada vez
más pesado para el noble asno, y no es menos para su senil dueño,
quién sabedor de esto, apenas recorren unos metros cuesta arriba, se
apea para disminuir el trabajo de su borrico que ya se las arregla
para sostener a cuestas las cargas de leña que serán carbón a la
venta algunos días después, luego que a ocultas en el tupido monte,
Bernardino queme a fuego muy lento las ramas de encino colectadas.
La tarde alarga las sombras justo
cuando llegan bestia y hombre al claro, la mujer sale a recibirlos
con una sonrisa triste, los mejores días de los tres tiene mucho han
pasado, en su alma resignación y desesperanza por algún futuro
mejor que nunca llegó, le incrustaron muy adentro gran tristeza que
supo de alguna manera convertir en amiga, charlando con ella en las
largas horas a solas en su sencilla morada.
Las aves aparecen en acción de nuevo,
azoradas, confundidas, eternas habitantes de los confines aéreos, se
reúnen en consejo entre el follaje de los árboles y presas de
pánico discrepan sobre la inminente noche que a cada segundo se
aproxima inexorable, ya gritan ya lloran, y en cada instante que un
rayo de luz va muriendo tras las lejanas montañas van guardando
silencio confundidas, aunque poseen los secretos de las grandes rutas
migratorias, desconocen el por que de la huída del astro cada tarde.
La puerta del cielo se abre y en un
parpadeo pasa el sol al otro lado, el fuego estelar se apaga, reinan
las sombras, es tiempo de la dimensión etérea, que hospeda la magia y lo
inconcebible, los entendidos de esto se protegen bajo una imagen
santa o bajo el poder de la oración.
La puerta de la cabaña cruje por sus
oxidados herrajes, y una vez dentro las sencillas figuras se colocan
frente a frente junto al fuego del hogar, en sus pupilas se reflejan
llamas que danzan, calcas exactas de otras llamas internas que el
paso del tiempo extinguió.
Bernardino toma una mano de su mujer,
la acaricia con un cariño acuñado a la sazón de compartidos
sufrimientos, da un sorbo al café aguado y sonriendo exclama:
-Cuando llego acá arriba y te miro
salir a recibirme, siento tanta alegría que no me importa si en ese
momento llega el fin del mundo...-
A esto con la mirada baja y una mueca
que podría ser una sonrisa, su mujer con una varita remueve los
rescoldos de la hoguera y responde sin reprimir la emoción en sus
palabras:
Entonces todos los días es el fin del
mundo.
Bibián Reyes, Tulancingo Hidalgo
Julio del 14.
Me recordó a una película Mexicana, pero Bernardino... ¿Cuando lo conociste?, Sin querer el ciclo de la vida es rutinario y por ello caemos en lo mismo, una rutina en la que cada día lo hacemos a nuestra manera.
ResponderEliminar