Los mecanismos de la memoria al menos
para mi son realmente e indescifrables, el cómo y el por qué de la
repentina llegada de un recuerdo oculto en algún pliegue de la masa
encefálica me causa curiosidad que no puedo satisfacer, el caso es
que así de la nada recordé el día en que de muy pequeño me tiraba
al suelo fresco de tierra del patio trasero y con los ojos cerrados
girar la cabeza de derecha a izquierda de frente y en contra de los
rayos del sol, mis párpados que iban del negro a un naranja
encendido me dieron la idea de la gran potencia de la energía
luminosa.
Por las noches bajo ese cielo
estralladísimo de provincia, la avenida vía láctea se enseñoreaba
de la media bóveda celeste, por ahí entre estrella y estrella algún
foco rebelde pasaba entre los demás sin que nunca superamos con
certeza que era, tuvimos oportunidad de compararlo con algún avión
pero no era el caso ,este brillo era otra cosa y pasaba muy, muy
alto; también a la distancia y al pie de los cerros que delimitaban
el plácido valle, fuegos fatuos subían y bajaban en trayectorias
definidas pero con desempeño errático, son brujas decían mis
primas sin mostrar angustia o sobresalto.
Por las tardes la abuela Cleófas nos
visitaba, llegaba bordón en mano para no tropezar con las tantas
piedras de nuestra colonia rural sin pavimento por aquellas épocas,
con el sol que se ponía alargando sus pinceladas en tonos rojizos,
atentos disfrutábamos de sus innumerables historias de infancia, una
que me gustaba era esa tan extraña que narraba con harto detalle,
cuando ella y su hermanito Silviano, que en realidad era su primo,
conducían las borregas del bisabuelo a beber al jaguey, justo de
donde una diminuta mujercita bailaba sobre una piedra, perfectamente
vestida de china poblana, taconeaba las lustrosas zapatillas
mostrandoles objetos brillosos e invitándoles a acudir a dónde
ella, sobre la gran roca que al llegar la época seca se iba
haciendo cada día mas presente en el centro del cuerpo de agua.
No fueron pocas ocasiones que fuimos a
caminar en el cercano bosque en búsqueda de hongos que con las
persistentes lloviznas salían a montones, levantando sobre sí
pasto y tierra,los mas comunes eran blancos de los pliegues dentro de
la “sombrilla” y tallo, pero de un rojo intenso en la parte de
arriba, llenábamos con ellos hasta tres o cuatro cubetas, lo curioso
es que los vecinos de esos lugares nos advertían que no eran
comestibles si no venenosos, pero mi papá que había pasado parte de
su infancia allá por Villa del Carbón, decía molesto: “están
locos” ¡son hongos de madroño!
llegábamos a casa a prepararlos con
ajo y sal, ¡Santo dios! ¡Que taquizas armábamos con ellos y la
salsa de molcajete!
Cuando los largos veranos sin clases
nos conducían en bicicleta a recorrer las orillas del casi extinto
rio eran grandes aventuras descubriendo salamandras y ranas, seguir
los canales de riego hasta donde los viejos árboles de capulín nos
retaban a bajar los mas negros que por lo general estaban en lo alto,
pero cuidado, comer muchos así todos asoleados como los cortábamos
de las ramas, producían dolor de barriga por empacho, yo prefería
cortar muchos duraznos, igual encontrábamos muchos “chilitos” así
les llamábamos a dulces e idénticas frutas que daban las bisnagas.
También eran divertidos los veranos en
la Ciudad de México, allá íbamos en el bochito amarillo, ¡ay
cuanto te quería canijo bocho! En el aprendí a arrancar un auto y
conducir en primera en veredas con mi papá sudando y regañándome
por todo; llegábamos por el lado de Texcoco hasta la Avenida
Zaragoza llena en ese entonces de semáforos, no existían los puentes
elevados de ahora, nomas era poner pié en el viejo callejón para
iniciar dos largos meses de futbol por las tardes y mañanas frente a
la televisión, eran imperdibles los maratones de caricaturas que
allá en provincia no podíamos ver por que la transmisión no era
satelital como hoy, de hecho la televisión los primeros cinco o seis
años de que nos mudamos de la ciudad, ni la usamos, los pocos
canales del giratorio selector transmitían la misma deprimente
estática.
Era fácil ser niño ahora que lo
pienso, a pesar de lo difícil que fue para nosotros el drástico
cambio de la ciudad al campo,mi hermano y yo teníamos que imaginar
las historias de nuestros héroes infantiles, él se la pasaba
llenando cuadernos de dibujos con el hombre verde saltando como pulga
de página en página ganando batallas imposibles a Galactus o al
temido doctor Doom con la ayuda de la Mole, hasta que nos hizo muy
felices un vendedor de revistas que semana a semana pasaba por
nuestra calle y mi mamá nos compraba el Sorprendente Hombre Araña,
La familia Burrón y la revista Geomundo, seguro estoy que los
leíamos dos o tres veces diario hasta que volvía a pasar el sábado
siguiente, sin embargo mi hermano nunca dejó el dibujo, gracias a la
necesidad por narrarse las ausentes historias, desarrolló el gran
artista que es ahora.
Siempre teníamos barro o polvo en los
zapatos, era algo imposible llegar a la secundaria con los zapatos
limpios, qué regañadas me daba el prefecto; ahora que recuerdo,
pinche Michael Jackson que friega les puso a los vendedores de
calcetines de color, pobre del compañero que no llevara el pantalón
chincolo y el calcetín blanco, era causante de muchísima lástima
aunque eso no dependiera realmente de él, había mamás que no
entendían nuestra tonta moda y mucho menos la auspiciaban, otras
menos severas les compraban en afán de complacerlos ¡calcetas! Era
de risa verlos con el zapato gordo deformado y el amontonamiento del
tubo de éstas en los tobillos cuando se les aflojaban los resortes.
Agradezco hoy al ejercicio de la
memoria que me permite mientras escribo recrear los colores de la
casa materna, y el sonido de los aguaceros de mayo y julio, el brillo
de las pupilas de los primeros amores, y el llanto que esas
ausencias dejaron tras su partida, justo como poner a girar un
disco y saberte de memoria todas las canciones y hasta donde se
debe cantar mas fuerte para enmascarar los chasquidos y scratches de
la aguja del fonocaptor rozando por enésima vez el viejo surco de
vinil.
Bibián Reyes
febrero del 19
Benito Juárez, Quintana Roo
No hay comentarios:
Publicar un comentario