viernes, 13 de marzo de 2015

Con el anticuario







Puertas siempre abiertas  de par en par engullen a quien se atreve a danzar desde la calle al interior, con pasitos tan improvisados que parecen ensayados, uno al frente dos atrás, dos al frente uno atrás, a pesar de la lluvia que caiga pertinaz o el sol a plomo, algunos   lucen dudosos, otros se ven angustiados, una vez dentro mil maravillas del ayer ahuyentan sus interrogantes al estirar las manos para una vez elegidos ser vueltos a la cotidianidad del marchante.

EL viejo anticuario soba sus artríticas manos, se acomoda los anteojos unidos con cinta por el centro y las  lentes estrelladas, codicioso de valores y moneda de curso legal, se levanta vacilante de un sillón sumido, que ha calcado su cada día más enjuta anatomía, la avaricia asoma por las comisuras de sus labios pastosos mientras intenta una sonrisa hipócrita, en el escrutinio rápido cree deducir las necesidades de la clientela, la que  asombrada con tantos objetos disimiles observa los  atiborrados estantes, cuando por fin alguien rescata polvoroso objeto, este se apresura a sacudirlo y destacar las cualidades del mismo:

¡Ah magnifica elección!, ¡un buen tarro para beber en él la  rutina que adormece el alma y mata los sueños!

Mmm esta litografía de Joan Miró es ideal para decorar la salita de estar, ¡puede apreciarla sin parar mientras es usted ignorado por su familia!

Yacen bajo el mostrador bajo una luz intensa  botones chapeados en oro y plata, desprendidos de las mangas de chaquetas y abrigos en feroces abrazos de despedida, o apasionados encuentros por los callejones, mesitas para té ofrecen mil historias intimas de matronas abnegadas, cuchillos de todos tamaños y  formas susurran recetas de cocina ya olvidadas.

Viejos discos de vinil, otorgan un espectáculo verdaderamente triste, con las portadas descoloridas de sol y humedad, lucen fotografías de viejos artistas que son hace tiempo humus de industriosas lombrices, apilados unos a otros mueren por girar y girar treinta y tres veces por minuto reviviendo recuerdos adheridos a sus acordes y melodías.


Porcelana voyeur ya no se excita como antaño, al ser muda testigo de los secretos de las aburridas aristócratas, que solazaron muchas tardes de adolescencia en relaciones homosexuales y felaciones  improvisadas por las salitas de sus caserones,  ahora palidecen en las repisas y cuando alguien con curiosidad las toma, hacen hasta lo imposible por estallar en el piso y tener la experiencia lúdica con la escoba y el recogedor.

Piezas de loza fina que muy relucientes llegaron desde Europa a adornar rancias vitrinas, fueron continentes de crema  o  pasta en banquetes y comelitones especiales de gran alcurnia, ahora salen envueltas en papel periódico resignadas a una nueva vida llena de modestia, pues en la fonda sudaran a mares con la grasa de cerdo y ofrecerán  frijoles de olla dos tres y cuatro veces por día, ya  por las noches estrellarán sus dorados contornos entre si en las tinas, nadando en detergente barato.

Viejas lámparas de petróleo y gas, son ahora objetos de colección, adornos de lata y latón son atractivo por su diseño a mano, viejas y pesadas planchas para calentar con carbón, custodian libros, y muchos mas libros atiborran mesas y estantes, unos bien empastados, los menos, y los mas que carcomidos por polillas preservan el olor sagrado a papel y tiempo, a lectura y reflexión, de cuando en cuando ruedan descuadernándose cada que algún curioso hurga buscando novela de aventura o alguna dama desea páginas llenas de historias con ensueños y besos apretados.

Relojes de pared y pedestal ya muy fatigados, decidieron un día dejar de cumplir con su tarea, y conforme un nuevo viejo reloj ingresa al inventario de la tienda le convencen que deje de trabajar, que el mundo no se detendrá si lo hace, como les hicieron entender al ser ensamblados.
Joyería de todo tipo ocupa los lugares más destacados del bazar, aunque ignoran que su naturaleza y el estar ahí son síntomas inequívocos de la rueda fortuna que es la vida, mas tarde vendrá un enamorado buscando con afán un anillo de compromiso para el que ha ahorrado bastante tiempo, con la ilusión de un futuro feliz  y tal vez en mucho menos, venga él mismo a venderlo para sufragar gastos de un presente no tan ideal después de todo.


Un viejo piano destensa cada día más sus cuerdas, convencido que vio sus mejores días en las tertulias de su querida original dueña, la que desde muy niña aprendió a tocarlo con pasión y alegría, de cada tecla cada nota que emitió resultado de su tacto, este  se esmeró por que fuera tan prístina como el cielo estrellado, juntos por mas de siete décadas subieron y bajaron por tonos y escalas, y mientras ella perdía movilidad en las manos, él desafinaba un poco mas, pero poco les importo eso, fueron felices juntos, ella no necesito nunca mas a un amante que sus partituras y él nunca mas a  los finos aceites con los que era limpiado, que a su suave tacto.

Cuando ella se fue, el decidió cada día juntar toda su energía y tocar aunque fuera una nota cada noche justo a la hora que juntos compartían, en su honor y amado recuerdo, cosa que ninguno de sus familiares estimó ya que aterrorizados llevaron el piano endemoniado al primer anticuario que encontraron.

Fotos, estampillas, almanaques, todos preguntándose lo mismo, ¿Y ahora,  que sigue?

Exasperado el viejo mira a la calle, es tarde y tal vez no venga nadie más, ganas tiene de  cerrar desde hace un rato, pero no se atreve a molestar al tipo que lleva ahí ya bastante  y menos a despedirlo, mantiene la esperanza de que pueda comprarle algo, mientras tanto,  este se  hace el desentendido y sigue escuchando de cada objeto su historia, y de ellas el sentido de la vida misma, en silencio atento atiende los relatos y las emociones que de ellas obtiene, tras largo rato escuchando con asombro, una vieja pluma de tinta china en su estuche flanqueada por brillantes  plumillas le guiña un ojo desde el mostrador, y sin pensarlo más le lanza al casi derrotado viejo usurero la frase que deseaba escuchar desde hace ya un buen rato:
¿Cuanto vale esa magnífica pluma?

Bibián Reyes
Marzo del 2015

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