miércoles, 10 de diciembre de 2014

Ícaro en caída libre


Alcanzar el sol y  tocarlo con las manos…

Porque nada es igual después de alcanzar el cénit, estirar las manos  y por un instante, tan solo uno, perder mi condición humana y ser un dios de un momento.

El azul gris del mediterráneo  es una gran masa inquieta, con olas que me previnieron agitando sus palmas  de blanca espuma durante mi ascenso.

 Creta  parece así a mi particular vista,  tan solo una galera botada al agua,   anclada en espera de vientos propicios,  sin embargo es otra embarcación la que de seguro ya me aguarda pues en tan solo unos instantes ingresaré al Hades  donde Caronte en su bote conducirá mi alma del otro lado de la laguna Estigia.

Sublime la vista del Egeo, del mar de Libia y del Jónico, muy distante parece el horizonte que se curva precipitando el agua salada por los bordes del gran mundo.

La memoria se conecta con los momentos más significativos de mi corto paso por la vida,  y en un instante del instante que dura mi descenso,  pasan ante mí las mil imágenes retenidas, pero a sabiendas que es un recurso de la mente al  saber que son sus momentos finales, dejo los recuerdos a un lado y me concentro en el disco que a poco decrece cegando mis ojos, adiós plato ardiente, adiós a tu calor y brillos, adiós a tu dorada aurora, adiós a tu paternal amparo.

Más y más veloz es mi desplome cortando al aire quién molesto muerde mis orejas al paso, seca también lágrimas de un llanto bajo contradictorio, no lloro por lo que pierdo, si no por lo que no alcancé,  nunca di y nunca tuve…

Grande la atracción que me precipita de vuelta, grande el celo de la tierra a sus pertenencias, es como una madre celosa, como un avaro imposible y testarudo, como una mujer que ama apasionadamente, es como tú, así como tú.

No hay laberintos imposibles a mi gran par de alas,  ni alas posibles a tus grandes laberintos.

Allá en una lejana cima Dédalo sigue con la mirada mi meteórico declive y pleno de dolor se lamenta, pero arrepentido no estoy  por desatender  su mediocre consejo: “ni tan bajo tu vuelo Ícaro, ni tan alto”.

Fugaz mi ingenuo intento, irresponsable mi arrojo descalificado por siempre,  pero nada se compara con el instante eterno de  surcar el cielo en línea recta y…

Casi alcanzar  el sol, casi tocarlo con las manos.


Bibián Reyes, Diciembre del 14.

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