JUDAS FRENTE AL ESPEJO
Ya
las horas de trajín duermen bajo las tibias mantas y las sonrisas fingidas
huyeron entre las rendijas de las alcantarillas, vuelta a las cloacas de donde
provienen; al amparo de las sombras ahora danzan emociones negras esperando el
transitar de personas e introducirse en sus cuerpos a través del rabillo del
ojo, justo dónde una lágrima se aloja y la sal en ella es vehículo para su ingreso, los gatos
habitantes de tres dimensiones además de la nuestra, dirimen sus instintivos
deseos aullando mientras copulan salvajemente, la luna se filtra entre los
pliegues de las blancas cortinas y su luz espectral baña mi rostro obteniendo
del resultado matices nuevos, no, matices reales que la luz artificial no puede
mostrar; sentado bebiendo café que se enfría en espera de mi boca, mi boca que
no tiene oficio ahora, no sin ti, no sin la tuya, no sin tu mirada ni tu
cuerpo, no sin tus labios todos, no sin tu nombre, no sin tu sonrisa.
Los
minutos desesperan aguardando mis dedos sobre el teclado y las horas se vuelven
compañeras sensuales mientras transcurren, el reloj punza en mis sienes y la
sangre de las venas se mueve en un tic
tac carmesí que el corazón manda, respiro hondo y dirijo la vista a otro lado, la
superficie plana del espejo me devuelve
su versión de mí mismo en dos dimensiones, sin embargo yo veo mucho más.
A
solas no hay postura que guardar, ni máscara tras la cual ocultarse, ni
maquillaje ni facha, ni prendas, ni vanidades, en un necesario arranque de
honestidad dejo que la letra me aguarde, aparto el teclado y obtengo de su
reflejo mayor profundidad conforme me permito ser yo mismo.
Me
aproximo un par de pasos con cautela, miro
curioso, el paso del tiempo me ha llevado alrededor del sol más de cuarenta
veces, vertiginoso carrusel que imprime polvo estelar en las sienes, crea
surcos en la frente y obliga a aferrarnos a la montura vida con un gran anhelo
de seguir girando y girando, hasta convertirnos en una bolsa de piel áspera contenedora
de huesos frágiles y vísceras resecas…
Pero
el necesario escrutinio exige la piel completa, arrojo entonces la camisa y la
camiseta sin mangas, aflojo el cinturón desanudo el broche salgo de los
pantalones, de los calcetines, del bóxer.
Un
hombro más abajo que el otro indica asimetría, el vientre antes más prominente atestigua gula
por ansiedad, uno sesenta y seis del piso que debieron ser un poco más y
ochenta kilos que deberían ser muchos menos, en la piel tatuajes aleatoriamente
impresos a capricho de las uñas del destino.
No
es el exterior lo que interesa si no mirar y mirarme dentro.
Un
par de pasos, puede observar con claridad mi interior, la luz del azulado astro
penetra la piel, ya me miro, ya soy, ya mis temores bajan de los árboles, ya mis
deseos se sueltan de las manos, nerviosos, inquietos, caritas de ansiedad y
duda se mezclan en esa multitud que ellos, de tantos que son crean, luego
aparece de frente, desafiante, siempre desafiante la gran pasión madre quién
tiene las pupilas como tizones y de sus palmas emite incandescencias, la
alegría intenta sanarle una enorme herida en pecho, ausencias que le han dejado
un hueco profundo, ella las adorna con las flores de las sonrisas que a diario
recibe, de los abrazos y de los afectos.
Los
campos del alma son insondables, sin embargo en este ejercicio de verdad, me
aproximo hasta llevar a un par de centímetros la pupila al reflejo, acto casi
científico cual escrutinio microscópico, que me va llevando a minuciosa observación.
Todas
las vides que de mi vida florecieron ahora miro, y ahí goloso comiendo de ellas
a dos manos bestial, caminos sembrados con bellas flores se volvieron luego brechas
llenas de zarzas donde tuvieron que transitar quienes a mí vinieron, el ego
demente corre por doquier incendiando campos y personajes, recita a la vez
incongruentes odas al yo.
La ira que ha sido contenida bufa esperando la
ocasión para escapar en brioso corcel negro, los mares del odio secos y
olvidados hospedan brotes de esperanzas una vez perdidas.
Bajo el soplo potente de renovados vientos, un fuego que se preveía eterno parpadea peligrosamente, lo sostiene en una mano eterna diosa y con la otra se sujeta de una saliente pues a punto esta de caer al abismo, la duda asoma a su hermoso rostro, ¿mantendrá la llama ardiendo? ¿La arrojará para ponerse a salvo?
Bajo el soplo potente de renovados vientos, un fuego que se preveía eterno parpadea peligrosamente, lo sostiene en una mano eterna diosa y con la otra se sujeta de una saliente pues a punto esta de caer al abismo, la duda asoma a su hermoso rostro, ¿mantendrá la llama ardiendo? ¿La arrojará para ponerse a salvo?
Dos torres gigantes la flanquean, dos
promesas, dos gotas de mí mismo, dos faros que siempre brillan guiándome a
través de oscuridades y densas nieblas, dos perlas finas, dos del cielo mismo,
dos de mi carne, dos de mi alma, dos veces yo, dos veces ella.
A
la mesa, sentados al festín ya se ubican los principales:
El intelecto suponiendo siempre, calculando
siempre desconfiando siempre.
El amor que es libre y se da cuando le da la
gana sin límites, sin bridas ni pausas, pues es, ha sido incontenible y lo
será a perpetuidad.
La
razón es soberana de una monarquía moderada pues aporta, pero no tiene voz ni
voto a decisiones trascendentes.
La
pasión que da a cada quien su lugar, esa que comanda ejércitos y mueve
montañas, la que sortea abismos y provoca huracanes, es ella quien toma el
lugar principal, ella la que rige y domina, ¡Dios que así siempre sea!
A la celebración presente siempre está
el nazareno, ese quien a todos los anteriores los pies lava cada noche, sereno
asume su tarea, humilde cumple su
encomienda y Judas quién de todos el que más lo ama, nota con sobresalto mi
observancia, se pone de pie y hacia mi avanza, yo trago saliva e incrédulo
parpadeo, pupila a pupila frente al espejo, me mira azorado.
A escasos centímetros de distancia no
encuentro diferencias.
¿Soy yo o es él?, ¿cuál de los dos
lados es real?
El vértigo de pronto me invade doy un
par de pasos atrás, aprieto instintivamente en el puño izquierdo las cuarenta
monedas, Judas por su parte regresa a su mesa y da un sorbo al café, reanuda con afán la escritura, entonces
tras el espejo, confundido y asustado corro en busca de protección,doy de frente al rostro del Cristo, le beso con pasión la mejilla y de inmediato me horrorizo, tras de mi una muchedumbre se le echa encima, él lleno de calma me mira amorosamente, dando media vuelta toma el rumbo al sendero ineludible con destino al Gólgota.
Bibián
Reyes Noviembre del 14
No hay comentarios:
Publicar un comentario