jueves, 23 de octubre de 2014

Dos en el campanario





Dangg
Dangg
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Espaciados por el tiempo que le toma al perno girar balanceándola sobre su otro costado.
Dangg
Dangg
Dangg
Son aquellos quienes conocen del poder de las vibraciones los que agradecen el tañer de las campanas cada hora y mucho más agradecidos los habitantes de  aquella apartada villa, de la que nadie recuerda quienes fueron los que ahí la erigieron y el por qué de su enorme torre y colosal campana,  con tan solo medio centenar de casas que son  las primeras y únicas en ser levantadas sobre la loma tan particular, notable pues carece del tupido de los árboles, una isla en una interminable floresta a cientos de kilómetros a la redonda,  otra particularidad es la consistencia del piso, el cual no corresponde a un suelo campestre, más bien pareciera suelo marino, ya que finísima arena gris viste la callecilla principal y su periferia, limitándose a la entrada y salida de la villa, mas allá la humedad del bosque mantiene lodazales y rocas musgosas por doquier.
Es como lo menciono, muy importante que esta campana no deje de tañer, me parece más bien que aunque todos así lo consideran nade lo dice o hace referencia por algún tipo de temor que asoma a sus ojos cuando se retrasa algunos segundos el particular sonido, es entonces cuando la sangre en las venas de esta gente se congela, es cuando un sudor frio corre por la piel de los más ancianos, es cuando las madres aprietan en su pecho los cuerpos de los infantes, y las viejas se persignan encendiendo veladoras en los nichos de los santos.
 ¡Toda la vida de los habitantes gira en torno de ese gran campanario y torre!
Cada veintiocho días se monta una ofrenda en su pórtico y son introducidos  brotes de manzanillas,  castañas y  frutos tiernos frente al umbral del portón que permanece siempre cerrado, dos toneles de miel acompañan la entrega.
De inicio nunca particularicé en estas prácticas, de hecho ni sabía que hacia la gente esas noches, ni a donde iban ni que llevaban, y con el afán de aclarar mi presencia en este recóndito paraje  debo apuntar que a mí me interesaba seguir el rastro de una preciosa mujer que días antes había visto andar por el sendero, en mi calidad de botánico y con la pasión que la flora me despierta he recorrido muchos parajes   atravesando junglas y campiñas,  he vivido en recónditos lugares con el único afán de descubrir nuevos tipos de plantas así como sus propiedades.
En ello estaba cuando un par de intensos ojos grises se me clavaron como saetas en las pupilas,  perdí entonces la noción del tiempo y al reaccionar la grácil figura ya se alejaba con mucha facilidad sobre las escarpadas rocas, de inmediato la seguí sin vacilar, me costó mucho trabajo hallar la pista aunque también me parece que cuando le perdía el rastro ella reaparecía asegurándose que pudiera seguirla…
Una brumosa tarde de otoño llegue a este misterioso lugar,  de la chica una vez adentrado en sus chozas no halle rastro ni quien diera seña o santo, y cuando preguntaba la gente parecía no entender  mi interrogante, muchos me daban la espalda y otros cerraban las puertas, yo asumí que no confiaban en desconocidos considerando también que me veía raro con bolsas de recolección por toda la cintura y la cámara fotográfica en el cuello; así me pasó la tarde y así me han pasado varios meses en los que, cuando decidido estoy a salir de ese lugar, derrotado por no dar con alguna pista, tomo mis provisiones muy de mañana y camino calle abajo para regresar por el sendero al sur, con rumbo al pueblo que a más de sesenta kilómetros, me espera tras toda una jornada de marcha a buen paso, justo cuando sendero abajo doy un último vistazo a la misteriosa aldea, allá entre las casas me parece ver con claridad la figura anhelada,  haciéndome de inmediato volver sobre mis pasos y tras una frenética búsqueda poco exitosa, me reinstalo en la posada de la que soy el único huésped, decidido a encontrarla o no salir de ahí nunca…
Y puse todo mi afán en ello, logrando una mañana un avance muy importante, acostumbrado como estoy a dar mi primer paseo botánico al Salir el sol, decidí iniciarlo del otro lado del pueblecito, teniendo que cruzar frente a la torre y su campanario, cuál sería mi sorpresa al ver la anhelada presencia frente a mis zapatos,  ella sorprendida regresó sobre sus pasos y se introdujo al portón de la torre, el que con gran facilidad abrió y cerró tras de sí, yo perdiendo el control me lance detrás pero di de frente contra el roble de las maderas cerradas sobre mis narices, ningún esfuerzo me valió para mover siquiera un poco la colosal puerta, ni golpearla ni llamar, solo un pastor que ya conducía su ganado al abrevadero,  llamo mi atención y me obligó a guardar silencio diciéndome bajo:
Hijo ¿estás loco? Deja eso y sal de aquí mientras puedas, te aseguro que nada  ahí dentro es de tu incumbencia.
Dio media vuelta y se alejó asegurándose que nadie lo hubiera visto hablándome.
A partir de ese momento la ahora más misteriosa torre se volvió mi obsesión, me situaba frente a ella todo el día esperando ver salir a mi fascinación, pero nada, fue en esta vigía que descubrí lo ya anotado,  las ofrendas y las inusuales entregas, frutas frescas, castañas y brotes de manzanilla  además de los dos toneles de miel…
Las vísperas del día de todos los santos llegaron y con ellas la resolución de mi particular enigma, o mejor dicho la revelación de otro mayor que nunca imaginé y del cual jamás nunca volveré a referir, solo estas líneas sean en descargo de mis temores y para que nunca nadie de ser posible dirija sus pasos a este lugar orilla del infierno o puerta al mismo.
Ya la noche caía sobre el mencionado sitio, ya la fría llovizna me había calado en la espalda, y la visibilidad casi era nula por lo fino de la misma, decidido estaba a marcharme con un fracaso más pero con la voluntad firme en encontrar a mi enigmática doncella el día siguiente.
Las campanas tañeron marcando la hora de completas*, yo seguí con interés las líneas eléctricas que alimentan la maquinaria  que mueve los engranes que empujan la campana cada hora, cuál fue mi sorpresa al verlos llegar a un transformador y luego… ¡a ningún lugar!
Mil ideas cruzaron por mi mente, pensé en un gran generador dentro, pero nunca se escuchaba su motor encendido, pensé en que era accionado desde fuera con alguna cuerda pero al circundar el sitio nunca encontré ello, debía entonces ser accionado desde dentro, pero ¿cómo? ¿Por quién?
Entonces se conjuntaron todas las cosas, ¡claro era lógico!, por lo menos en parte:
La chica vivía dentro, asistía a alguien encargado de mover con precisión las manijas de empuje de los pernos que mueven la gran campaña, por ello poco era vista, por ello de sus esporádicas salidas, por ello su fugaz andar en los bosques.
Lo de las ofrendas no me lo explicaba pero me parecía como una tradición de esas que vienen de tiempos prehispánicos y se van mezclando con usanzas criollas, lo de las frutas y la miel  lo conocería muy pronto, en cuanto lograra introducirme por el espacio donde los cables eléctricos sin función salen.
Escalé con facilidad los adobes me así del hierro y con agilidad me introduje entre la oscuridad y bajo el cobijo del run run de la pertinaz llovizna, nunca debí hacerlo.
Al centro del tiro de la torre  en el piso y justo debajo de la campana, un gran agujero  abierto hasta donde se atisban colorados fuegos, de los que poco a poco ascienden entidades y bestias indescriptibles, un hedor impregna todo y justo cuando a punto están de Salir a la superficie dos hermosas hadas gemelas de profundos ojos grises, con firmeza tiran lado a lado de la cuerda, y los pulsos sonoros afinados en cuatrocientos cuarenta hercios**, regresan de cabeza al orco a los hacedores de tinieblas…….
Bibián Reyes Octubre del 14                           *antes del descanso nocturno, las 21:00.
                                                                                     ** Frecuencia divina

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