martes, 29 de julio de 2014

Todos los días es el fin del mundo.


Todos los días es el fin del mundo.

Todos los días el sol se levanta radiante por la mañana, en su anunciación al alba, mil almas penitentes recitan una poesía secreta, las tinieblas huyen al oriente y del occidente las promesas de un nuevo comienzo surgen en cada rayo de luz que rasga el manto negro estrellado, lo hacen poco a poco todo jirones y al cabo de un rato, el telón de fondo azul da lugar al nuevo día; las aves en su loca algarabía lo reciben como todos deberíamos pues, cada uno es una promesa, un milagro de la errática existencia.

El gran foco que asciende mueve a todos los actores de este capítulo único e irrepetible a moverse, unos buscando refugio, otros buscando templarse, otros a calmar sus fuegos, unos más a provocarlos, en todas las latitudes del medio globo iluminado se realizan los squeches de la gran puesta en escena llamada vida.

Allá arriba del cerro, Bernardino lleva rato levantado, ya se lavó el rostro y atisbó el horizonte, la palabra orbe siempre le ha causado una sensación intensa, imagina en un segundo recorrerlo entre las nubes volando, divisando todos los paisajes y continentes ¡que sensación!

Desde su cabaña se distingue una milésima parte de ese gran “orbe”, se llena los ojos con la espléndida vista del valle que muy brilloso se mira por completo, las parcelas prósperas de milpas, los caminos que llegan hasta la ciudad que cimentada entre las dos sierras le parece, así a la distancia, vello púbico entre un par de colosales piernas de tierra morena.

Despeja su mente de esas ideas que le parecen vagas y sube al burrito, levanta la mano para despedirse de su prematuramente avejentada mujer y arrea sendero abajo a su humilde transporte, “ todos los días son un nuevo comienzo” piensa y se lo repite para sus adentros al compás de sus piernas balanceándose en los costados de su montura.

La maravillosa jornada hace unas horas estrenada por todos, hombres y bestias, se va ensuciando con malas obras y perversas actitudes, las oraciones de los devotos y las penitencias de los eremitas no alcanzan para purgar cada mala acción que se acumula en el aura del planeta, entonces el sol que decidido estaba a reinar perenne sobre las tinieblas, enferma de tanta inconsciencia y resulta gravemente herido, se desploma desde el cénit recién alcanzado y en una penosa trayectoria sucumbe finalmente tras el lejano horizonte, no si antes manchar con su sangre tinta en rojo el firmamento, tal vez reprochando nuestra bajeza, tal vez, exclamando ultimas bendiciones.

El sendero arriba es siempre y cada vez más pesado para el noble asno, y no es menos para su senil dueño, quién sabedor de esto, apenas recorren unos metros cuesta arriba, se apea para disminuir el trabajo de su borrico que ya se las arregla para sostener a cuestas las cargas de leña que serán carbón a la venta algunos días después, luego que a ocultas en el tupido monte, Bernardino queme a fuego muy lento las ramas de encino colectadas.

La tarde alarga las sombras justo cuando llegan bestia y hombre al claro, la mujer sale a recibirlos con una sonrisa triste, los mejores días de los tres tiene mucho han pasado, en su alma resignación y desesperanza por algún futuro mejor que nunca llegó, le incrustaron muy adentro gran tristeza que supo de alguna manera convertir en amiga, charlando con ella en las largas horas a solas en su sencilla morada.

Las aves aparecen en acción de nuevo, azoradas, confundidas, eternas habitantes de los confines aéreos, se reúnen en consejo entre el follaje de los árboles y presas de pánico discrepan sobre la inminente noche que a cada segundo se aproxima inexorable, ya gritan ya lloran, y en cada instante que un rayo de luz va muriendo tras las lejanas montañas van guardando silencio confundidas, aunque poseen los secretos de las grandes rutas migratorias, desconocen el por que de la huída del astro cada tarde.

La puerta del cielo se abre y en un parpadeo pasa el sol al otro lado, el fuego estelar se apaga, reinan las sombras, es tiempo de la dimensión etérea, que hospeda la magia y lo inconcebible, los entendidos de esto se protegen bajo una imagen santa o bajo el poder de la oración.

La puerta de la cabaña cruje por sus oxidados herrajes, y una vez dentro las sencillas figuras se colocan frente a frente junto al fuego del hogar, en sus pupilas se reflejan llamas que danzan, calcas exactas de otras llamas internas que el paso del tiempo extinguió.

Bernardino toma una mano de su mujer, la acaricia con un cariño acuñado a la sazón de compartidos sufrimientos, da un sorbo al café aguado y sonriendo exclama:
-Cuando llego acá arriba y te miro salir a recibirme, siento tanta alegría que no me importa si en ese momento llega el fin del mundo...-

A esto con la mirada baja y una mueca que podría ser una sonrisa, su mujer con una varita remueve los rescoldos de la hoguera y responde sin reprimir la emoción en sus palabras:

Entonces todos los días es el fin del mundo.


Bibián Reyes, Tulancingo Hidalgo

Julio del 14.


domingo, 27 de julio de 2014

Regreso a casa




Hace veintiún años, días más días menos que entré por primera vez a la radiodifusora, era de tarde, en la recepción estaba sentado un señor leyendo el diario, yo un poco nervioso le pregunté por el delegado sindical que no sé quién me había dicho que ahí trabajaba.
¡No esta! Me dijo con amabilidad, luego me miró con curiosidad y me preguntó:
¿Para que lo buscabas?
Soy operador de Radio le respondí con seguridad, y quiero ver si puedo trabajar en esta estación de radio.
Dejó entonces del todo el periódico en la mesa y me dijo con ese inconfundible tono amable:
Ah pues mira para eso no necesitas verlo a él, tienes que hablar conmigo, yo soy el dueño de la estación.
-Ah, pues mucho gusto señor-, le respondí, -mi nombre es Fulanito de tal y quiero saber si necesitan un operador en la estación-
Oye – me dijo- ¿ dónde has trabajado?
Uuu ni me hubiera preguntado eso, -en Radio Centro- le dije bien orgullosito.
Entonces me sonrió y me preguntó: -¿en serio? yo también trabajé ahí en Radio Centro,  ¿A quién conoces?-
-Al señor Vicente Atamoros, director artístico de la estación y al Sr. Sabino García que fue mi jefe en radio Consentida-
-Ah como no, si los conozco son mis amigos, además yo fui locutor de radio Variedades- me respondió muy animado y ya con más confianza me dijo:
-Oye ¿y sabes grabar?-

Fue mu primer puesto digamos formal en la parte operativa, pues en la radio de la capital me habían dado un interinato y muchas horas de práctica, además de haber hecho antes trabajo de campo como promotor de casa en casa.
En la XENQ aprendí muchísimas cosas, grabación y edición análoga en carrete abierto, rellenar cartuchos con cinta para pasar publicidad al aire; también ahí conocí a Luis Donaldo Colosio, grabé una célebre entrevista con Ricardo Garibay, conviví con Lourdes Guerrero y Flor Berenguer, fui dirigido por Don Ramiro Garza en programas especiales.
También recuerdo con mucha claridad el día que dos años y meses después el gerente de la estación me despidió, antes de salir el dueño me dijo con mucha pena: no sé por qué esto te pasó a ti, te voy a decir algo, pronto me van a nombrar director del Sistema de Radio y Televisión de Hidalgo, cuando sepas que estoy ya en ese puesto, búscame.
Asentí con los ojos rasos y salí a la calle, lloré en una jardinera frente a la estación.
Meses después me integré al sistema hidalguense de radio y televisión donde tuve la fortuna de conocer a otro grande de la radio en México: Don Jorge Quintero Rodríguez.
En la radio estatal aprendí otro tanto, grabar con Don Norberto Orduño la hora Nacional siempre era una gran clase de locución, tanto como editar las leyendas Hidalguenses del gran “Gato Seco”, fabulosa producción que nos tomaba horas de realización y post-producción totalmente en formato análogo.
Fueron cinco años de los que los primeros tres fueron los mejores, el día que dejé de aprender algo decidí salirme y regresar a la radio de mi querido Jefe.
Me tocó el cambio de formato a digital y el aumento de potencia de la estación, además la estación ya era un combo es decir transmitía en AM y en FM, pero las cosas no salieron bien para mí de nuevo y en un arranque de frustración acepté la invitación de la Radio Universitaria que estaba por iniciar transmisiones y necesitaba personal calificado.
El precio que pagué por esa decisión fue alto, perdí la confianza y la amistad de mi gran amigo, luego fui engañado por los dirigentes de la radio de la UAEH y en su lucha interna por el control de la nueva estación, nos despidieron a la mayoría sin pago alguno luego de poner “al aire” la estación.

El tiempo de vida pasa tan rápido como la lectura de estas líneas, la vida me llevó a los lugares exactos en dónde y cuando debía estar, hice muchos amigos y varios nuevos hermanos, la vida me dio mucho y me ha quitado otro tanto, y nunca la bonanza te hace crecer tanto como el infortunio; ni aprender tanto te hace ser más que otra persona.

La vida en su gran sabiduría me ha permitido regresar y hacer las cosas bien, remunerar el afecto y ayuda antes recibida, con enorme gusto y mucho cariño por la estación que me vio nacer profesionalmente, hoy catorce años después tengo la fortuna de recuperar a mi querido amigo, y es en todos los casos que las grandes amistades permanecen a pesar del tiempo y distancia, puedo afirmarlo categóricamente, pues tras un encuentro casual
y un gran abrazo, volví a entrar de nuevo a la difusora del brazo de quién me entrevistara aquella lejana tarde de 1993.
Hoy  codo a codo comparto la pasión por hacer Radio con mi querido y por siempre admirado Don Alejandro Wong.

lunes, 7 de julio de 2014

Dos perros y la lluvia


Húmeda tarde de verano en Tulancingo, la lluvia repentina provoca el malestar de la gente,  el vértigo de la urgencia por guarecerse es el común, los tianguistas se cubren con largos enlonados, niños con su impermeable puesto parecen camellos con las mochilas debajo, señoras con chamaquitos de la mano se protegen con lo que pueden o se guarecen en las marquesinas y quicios de los negocios, la mayoría evade como puede las bendiciones del cielo convertidas en gotas de agua, solo los jóvenes enamorados parecen disfrutarla, de la mano caminan sin prisa dejándola ser sobre sus hombros, el fuego del amor evapora el elemento vital, van dejando un halo mágico, maravilloso.
Marcho en línea recta a mi ruta esquivando locas carreras de personas que cruzan el centenario parque, disfruto la lluvia, intento ser uno con ella, pero  la nostalgia de muchos recuerdos ligados a esta me  salpica con cada gota que se estrella al piso, me reflejo en cada charca, pero en ningún rostro, el run run de la lluvia disuelve lentamente el ruido de la mente, click, clack, click, clack, click, clack.
Voy ahora por la carretera, distingo urbanidad y campo, campo y urbanidad, la lluvia muestra borroso el fecundo valle, el click clack no cede, cilck clack que riega los campos, activando las semilla recién sembrada, click clack que crea riachuelos en las parcelas, click clack que alegra  al campesino, quien en un arranque de buen ánimo toma su sombrero,  se viste el jorongo y sale entre el click clack a cosechar hongos y zetas silvestres, pues es el momento más adecuado, justo brotan con la suave y persistente llovizna, con un silbido bajo llama a sus perros, los que aburridos de jugar y corretear entre sí,  inician loca carrera rebasando enseguida a su amo que enfila rumbo a los montes; caminar bajo la lluvia solo es superado por caminar bajo la lluvia en el campo, nadie mejor que él lo sabe,  un par de horas después vuelve precedido de ladridos de sus fieles guardianes, que alegres por la aventura  lo anuncian escandalosos, un repleto costal de manta se vacía en el piso junto al fogón, basta extender la mano fuera del jacal para enjuagarle la tierra a los coloridos hongos: Yemas de un amarillo dorado, colosales semas marrones y un montón de patas de pájaro  van colmando uno a uno el viejo comal sazonado ya con ajos y cebolla, en una ollita de barro frijoles negros recién retirados del fuego, burbujean expidiendo inconfundible y apetitoso olor a epazote y chilitos picados,  la familia se reúne  escuchando detalles de la recolecta y  llenando sus estómagos con los manjares dignos de cualquier rey.
 Un relámpago ahuyenta mis fantasías, ya anochece, las luces brillan y se apagan con la densidad de las gotas, a lo lejos las ranas  iniciaron hace un rato su competencia anual buscando el croar más sonoro, las calles vidriosas lucen desoladas, solo un perro acurrucado en una escalón me mira asustado, tal vez está perdido, se aproxima temeroso, me detengo frente a este, lame mi mano en busca de compañía o protección, le miro y descubro  otras semejanzas entre nosotros, mestizos mojados solos en la noche, “vente compañero” -le digo bajito-  tomo mi lugar en el otro extremo del escalón y juntos, perro de campo y perro de ciudad disfrutamos en compañía el resto del aguacero.

Bibián Reyes Julio del 14 Tulancingo Hidalgo.