Se pone una vez mas el sol
en el mundo de mi mundo, en el que el sol ya alcanzó el cénit y también se pone, muchas por no decir todas
las tareas están incompletas, planes y esperanzas de un mejor mañana que es un
hoy desesperanzado, se agotan una a una las posibilidades conforme el paso del
tiempo implacable, me mira preso tras cintas de papel que no puedo romper.
Castigo autoimpuesto, en mi
celda cada día es el mismo, las mismas dudas, los mismos miedos, perdiendo el tiempo
valioso que se escurre inexorable como
arena entre mis manos.
La diosa fortuna me observa
de lejos y es quién mas lamenta mis desaciertos, llamado estaba a cosas grandes,
esas que desesperan todas en un limbo lejano, tal vez mañana despierte decidido
a todo y de una vez por todas concluya lo pendiente, queme en gran pira las
memorias tristes del pasado para que de las cenizas renazcan verdes promesas de
un extraordinario futuro, echen buena raíz, y los frutos seas cosechados por
mis manos todavía vigorosas.
El sol en la espalda
proyecta sombras que se alargan, cuesta arriba siempre, sudor y sed, sed y
sudor, la mediocridad tiene un lado tan sutil que permite extraordinario
camuflaje, pues todos los días las miradas indiferentes de la gente lo
confirman, te permite días y años sin exigirte menos pedirte nada, y bajo su
cobijo se olvidan pronto los grandes sueños y sus infinitas posibilidades.
Luego a ratos más lúcido es
como estar en una pesadilla muy vívida y ser un gigante que de pronto se
disfraza de enano y es comparsa de diabólico espectáculo y además estar feliz
con ello.
El sol amanece una vez más
en el mundo de mi mundo, en el que se
proyecta esplendoroso sobre el último día de otro incierto abril, abrir los ojos repetir la rutina,
cada día distinto y el mismo a la vez, o bien, romper con todo, dar la vuelta y
buscar mi dorado camino, echar a andar con el corazón ardiente por todo
equipaje.
Bibián Reyes
Abril del 2016