lunes, 28 de diciembre de 2015

Proyecciones al vacío





Cada vez planeamos sin saber si el día siguiente será construido, si de casualidad a la nada se le ocurre sabotear al cosmos y simplemente no dejarla crear uno nuevo, y mientras nosotros con un gigante egocéntrico en la cabeza vamos por ahí pensando que todo gira alrededor de nuestra pobre percepción, tu, yo, fauna fantástica, somnolientos de ojos abiertos y mirada nublada, que en cada alumbramiento prometemos tanto, basta ver a los ojos de un recién nacido para entender en ello la gran creación en nosotros lograda.

Así, la esperanza de un mejor mañana es el ingrediente principal de cada día, sin saber que solo tenemos el hoy, el pasado se diluye en la bruma de la memoria con cada neurona muerta, el futuro es una promesa ficticia de nuestra nerviosa imaginación, el breve instante que ocurre se desperdicia en estas dos condiciones del tiempo.

Es el momento que ocurre el que nos afirma la existencia, su volatilidad y maravilla, lo que consideras bueno y malo de la misma manera pasa en justa equivalencia, y mientras me balanceo sobre la delgada línea del bien y del mal, la sombrilla con la que intento equilibrio escapa de mi mano, vuela lejos dejándome a merced del azaroso movimiento de la soga.

Una mosca zig-zaguea cambiando el rumbo sobre el plato,  ¿que determina su ruta? ¿Quién programó el concepto aleatorio?

Nunca el horizonte nublado evitó al sol brillar tras de sí, ocultar su brillo es tan absurdo como negarte, si te me sales por los ojos, por la boca, y dentro ahí en el alma espero friolento a que recorras todas las habitaciones, corredores y laberintos, me encuentres y tras de mis pasos guiados de tu mano, dejes tapiados los horrores que casi me consumen.
 
Allá justo en la línea que divide el suelo del cielo, ahí donde siempre amanece, la aurora nos dará cobijo, tu alba será mi promesa y a diario tejeré en prosa historias que el ritmo de tu respiración dicte al subir y bajarte el pecho.

Bebo de un trago el tiempo y su azote, para con ello la composición química de mi cuerpo modifique su paso, de tal suerte que el estar en tu regazo dure tanto como mi deseo lo dicte, y tu ausencia solo sea una sombra gris que se refleje tras las cortinas cada que los relámpagos de una tormenta lejana, dibujen su silueta triste sobre el cristal de nuestra existencia.

Bibián Reyes
Diciembre del 2015

jueves, 24 de diciembre de 2015

El SANTA CLON



Santaclós de temporada navideña y  teporocho de tiempo completo,  vecino de la colonia Agrícola Oriental, americanista de hueso colorado; se alista para las fechas decembrinas, camina por la avenida Texcoco,  buscando en el tianguis de san Juan, un pants rojo que le quede bien, no necesita mucho vestuario ni accesorios, la panzota chelera  forjada a la sazón de unas diez caguamas diarias, además de una torta de tamal cada mañana, dos guaraches al medio día y uno que otro pambazo en la noche, la hacen tan autentica, como la del personaje de cualquier decoración navideña, la barba desarreglada y prominente cada año necesita menos spray blanco para lograr la personificación, ­-esta es la que le cumple sus fantasías a los chavitos en navidad –es su frase más gastada-, pero a las mamás de los chavitos  se las cumple todo el año… rematada siempre con sonora y opaca carcajada, que por lo general le ocasiona ahogo y remata con escupitajos con sangre, producto de una cirrosis que avanza.
Ya carga bajo el brazo izquierdo en una bolsa de plástico negra, un cinturón ancho de  elástico y charol que tomó del tendedero de la vecindad, accesorio de un vestidazo de la “Manuela” vecino travesti, a quien le parece ya estar escuchando vociferar bien “encabronada”:
-¡devuélvanme mi cinturón cabrones!, ¡ya no puede una dejar cosas finas ni un ratito en el puto tendedero!, ¡puros rateros jodidos en esta pinche vecindad de mierda! ¡Pero ahora si en enero me largo a vivir con mi viejo a su depto. en Santa fe! ¡Chingo mi madre si no!, ¡bola de culeros hijos de la rechingada!… bajo la mirada perturbada de las familias de comerciantes oaxaqueños hacinadas  ahí, hasta diez o doce personas en cada “vivienda” formada por un cuarto de cuatro por cuatro, una cocinita de metro y medio por dos, con un baño común por cada patio, los niños se espantan, aunque no entiendan lo que dice, porque ni español hablan, los hombres ríen nerviosos y las mujeres le evitan la mirada, metiendo a sus niños más pequeños y cerrando puertas tras de sí.
El santa clon negoció las botas la semana pasada, un tamarindo crudísimo llego al tianguis como a las 8 de la mañana todavía con el uniforme puesto, compró unas sandalias -un poco para mitigar el cansancio de andar todo el día en servicio y toda la noche chupando y bailando con las putas, -y un más para venderlas y poder alivianar la pinche crudota que lo traía pendejo desde las cinco de la mañana que salió del congal allá en la perla…
¿Cuánto por las botas mi jefe?...
¡Nooo, pos la neta que están bien efectiiiivaaas mi buen!… ¡no creo que le llegues al preciooo!,
Dijo esto sin perder el clásico estilo abusón de cualquier popocha, pero las punzadas en las sienes se iban haciendo más y más  fuertes con el creciente calorcito de la mañana las que le hicieron añadir de inmediato:
¡Pero hoy estas de suerte camaradita!, dame 300 varos y son para ti, como vez….
El santa clon dándose cuenta del sudorcito que le corre por la frente y la cara de pinche briago que el poli trae, sabe que se va a bajar hasta donde él quiera, pues la cruda lo esta chingando bien feo…
Mtas… ¡ya están bien pateadas mi jefe!, sin que se ofenda le voy a dar un ciego que traía para mi polla y mis chuchulucos, ¿cómo ve?
 El poli hace cuentas lo más pronto que su trasnochada neurona le permite, cien varos…cuatro  caguamas…nooo, falta el refín…
Mira cabrón dame dos varos y ya no quiero seguir alegando por que me acuerdo que soy la autoridad y llamo a mi comandante que no tarda en pasar a supervisar que todo esté en orden y  que te cargue por encajoso.
¡Ahí muere pues mi jefe!, responde el santa clon sin mirarlo, dándose la vuelta con calma como para tentarlo a aceptarle el varo; Da dos pasos, ciento cincuenta dice de pronto;  a la vez que recuerda no encontrará más baratas y con el tubo de las piernas tan largo…
El tecolote de inmediato responde ¡va!…  y piensa: con ese otro tostón la hago para media docena de tacos ahí en el puesto de enfrente, con el michoacano de las carnitas…
¡Llévatelas no mas pa que veas que ando de buenas!….
El santa clon las toma y las sujeta entre las rodillas, para sacar cuatro billetes enrollados de a cincuenta de una bolsita con jareta atada a un botón de su sucia camisa a la altura del pecho, toma uno con la derecha y extiende los otros tres billetes con la izquierda…
El poli al ver esto agrega: y cincuenta varotes más de multa por chorear a la autoridad…
El santa ríe, guarda su tostón apresurado y se aleja sudando, también la cruda lo está madreando; camina muchas cuadras entre los puestos que ofrecen ya artículos de toda índole, Familias recién salidas de misa dominical caminan ávidas por desayunar garnachas o barbacoa y comprar chucherías sin utilidad, camina entre comerciantes, y otros trasnochados como él y el policía; son las ocho y pelos de la mañana de un domingo cualquiera, hora en que coinciden en las calles de todos los rumbos capitalinos, las líneas de vidas con afanes opuestos…
No siempre fue el conocido “Santa clon”, ni teporocho tampoco, antes cuando más, mucho más joven, se ganaba la vida como cargador en una tienda de materiales primero y luego como chofer repartidor y cargador de materiales más tarde; cargo que se ganó en el segundo mes de trabajo, después  que asaltaran el establecimiento a mano armada y el antiguo chofer renunciara tras ser diagnosticado con diabetes por el sustotote.
¡Pinches mamadas!, ¡ahora tengo que manejar, repartir y descargar, por méndigos doscientos varos más a la semana!, ¡patrón hijo de su reputisísima madre! ¡Por eso se le va a podrir el culo! ¡Y por eso precisamente lo asaltaron! ¡Por ojete me cae de madre!….
Javier era su nombre de pila, pero ahí en el callejón  era conocido como don gabis, de lunes a sábado, como a las seis o siete de la tarde, llegaba bien cenizo a la vecindad,  de tanto bulto de cal, mortero y cemento que repartía a diario; donde lo recibía su feroz e incondicional perro llamado Oliverio, que lo mismo lo cuidaba de día o de noche, estando su amo en sano juicio o pedo, crudo o credo, (que es el punto entre estar pedo y pasar a estar crudo, valga la aclaración) el Fiero Olivero era perro corriente cruzado con de la calle, pero con antepasados pequineses de Japón, -Juraba don gabis- quien lo había salvado de que se lo llevara el camión de la basura; estaba dentro de una bolsa de plástico bien amarrada, eran como las nueve de la mañana, me había bajado de la camioneta a comprarme unos cigarros y una coca, vi la bolsa moverse y pensé que era una rata, pero luego escuche como lloraba el animalito, y me di cuenta que era un perrito recién nacido que había tirado alguna vieja cabrona. Yo pensaba que no se iba a criar, porque no podía comer nada todavía, pero me las ingenié para darle su lechita con una bolsita de hule, ya luego le compraba su atolito en las mañanas y ahí poco a poquito se la llevó suave el cabrón…
 ¡Como quería a su pinche perro que  todo el día se la pasaba de güevón echado en la sombra o el sol!  solo se alocaba cuando llegaba su amo, salía disparado a recibirlo apenas lo olfateaba, que fiesta le hacía, Don gabis lo chiqueaba con palabras cariñosas  y exclamaba: ¡ay! ¡Ay! ¡Ay Oliverio! cuando saludaba a algún vecino para que el perro reaccionara furioso, y luego lo calmaba…
Este si es fiel, decía en tono de broma pero muy en serio, pues era secreto a voces que, su doña le era infiel, pero no se contentaba con engañarlo con uno, se decía que lo mismo le daba taco al güey del gas que al pinche tortillero.
 Prefería anestesiarse con caguamas, a estar dentro de su casa, toda la tarde del sábado que llegaba temprano y todo el domingo se la pasaba en el agua; llegaba como a las 3 de la tarde, , siempre les llevaba a su familia taco de la calle , ya fueran sopes, huaraches, quesadillas o flautas, -tanto chingarle todos los días, para no darse un gusto el sábado esta cabrón- decía- se le amontonaban alrededor sus cuatro hijos de edades en escalerita, y su doña, con uno en brazos también, como hormigas marabuntas se devoraban los antojitos y así como se habían juntado, se desaparecían una vez terminado el banquete; entonces Don gabis, sacaba sus delicados, prendía uno, estiraba las piernas, y fumaba despacio, era el único momento de la semana que se sentía pleno y sin algo que envidiar al cabrón más rico que hubiera en el pinche mundo pensaba,  miraba al techo de láminas de asbesto con las manchas negras de las goteras, el foco cochambroso y las telarañas en las esquinas, bajaba la vista para seguir en su ensueño de felicidad y plenitud, y veía las paredes de block encalado, las grietas en las esquinas, los posters del América campeón del 86´ polvosos y descoloridos, cambiaba de nuevo de dirección su mirada, veía a su mujer amamantar al más morrito de sus chilpayates, y le venía una sonrisa de ternura, pero era cosa nomás de mirarlo bien y como reconocerle las facciones del tortillero, o del gasero, o de sabe quien chingados y se le reventaba la burbuja que había creado, entonces gritaba encabronadísimo: ¡Comyyyyyy!….¡Comyyyy jijo de tu pelonaaaa! Y en seguida se le apersonaba el mayor de sus hijos- lánzate en madriza a la tienda por dos caguamas, pero le dices a la señora que te las de más frías que las nalgas del muerto-…y dicho esto el Comisario –que así le apodaban a si hijo mayor- salía destapado a hacer el mandado. Entonces ya con el encabronamiento, se levantaba de la mesa y salía al patio, llenaba una cubeta con agua de la llave y se daba un baño con agua fría. Salía del baño, se ponía su cadenita de oro, una playera sin mangas para mostrar sus bien desarrollados conejos y marcadísimos pectorales moldeados a puro descargar y cargar  bultos todos los dias, se perfumaba bien, sacaba sus cigarros delicados y se paraba frente a su ventanita, daba la orden que se encendiera la radio fuerte y destapaba la primer caguama del fin de semana…
Entonces el callejón se transformaba de un lugar inseguro a un lugar inseguro pero animado, la mejor estación de música tropical amenizaban la tarde y noche, y cuando la radio se tornaba aburrida, un cerro de casetes acomodados en el filo de su ventana esperaban a ser tocados en su radio grabadora portátil con foquitos por todos lados, los temas de Tiberio y sus gatos negros, la Sonora Siguaray y Los pasteles verdes, sonaban bien recio, poco le importaba que los demás vecinos de la vecindad se molestaran por el escándalo.
El domingo era una verdadera tertulia de briagos, desde que dios amanecía hasta que dios anochecía era un relajo el fondo del callejón, por la mañana esto era saludar a los vecinos con unos gestos que parecían sonrisas y un español ininteligible, luego ya alivianado por comer algo, organizaba las mejores partidas de rayuela y baraja que cualquier barrio del la ciudad pudiera tener, se apostaba de a una mano (cinco pesos),  de a diego (diez), de a peseta (veinticinco), de a tostón (cincuenta) y hasta de a ciego (cien) , estaba muy cabrón que todos quedaran conformes con todos los resultados y no  faltaba la tarde que acabara en zafarrancho y peleas en cámara lenta, ya todos anestesiados por tanto chupar, ni las mentadas se les entendían ni los madrazos que se lanzaban les dolían, algún vecino harto de el circo dominical, llamaba a la patrulla y cuando esta enfilaba dentro del callejón, todos corrían, parecían niños aprendiendo a caminar de lo cuetes que andaban, los que tenían más suerte se escabullían entre lotes baldíos, o salían sus hijos y a jalones los metían a sus casas y los que más pedos andaban, amanecían temblando de frio, tras las rejas la mañana del lunes…
Con una vieja cámara polaroid instantánea, trabajaba desde hacía ya muchos años, los rollos le salían cada vez más caros pues ya casi ni se usaban, un carrito de súper mercado  decorado con muchas escarchas y esferitas con ruedas destartaladas la hacía de trineo, en él subía a los chavitos pequeños y a los más grandes los paraba junto a un gran montón de cajas de detergente y de huevo forradas como regalo, con grandes moños y papeles multicolor, un letrero de cartón pintado con la frase: ¡Feliz Navidad! Completaba su decoración, a un costado del quiosco del parque de la colonia se instalaba cada año por ahí del quince de diciembre y siempre intentaba molestar a los del stand de los reyes magos, cuando llegaban  les decía para provocarlos:
¡Qiúbolas pinches güeyes vagos¡ o ¡Que pasó mis queridos reyes Guangos!
Pero esos tipos  sí que eran de lo más rasposito que hay en el defectuoso:
El que la hacía de Melchor, era un viejo albino  ya sesentón que solo necesitaba la corona y la capa para parecer rey ario, pero de un país muy pero muy pobre, vivía en la colonia Ejercito de oriente y estaba especializado en robo a casa habitación, pero con las pinches reumas que lo obligaban a caminar como pollo, se había tenido que retirar forzosamente del bisne; el cabrón que la hacía de Gaspar era un ruco  bien libidinoso que vivía por la Cabeza de Juárez, este se ponía una peluca rizada de color rojo para pegarle al personaje y harto brillo labial  según él para destacarse en las fotos como un autentico Rey de Persia, pero se parecía más a Maradona cuando lo sacaron de una fiesta bien chocho y vestido de mujer, a este cabrón en realidad el personaje le valía madres, pues lo suyo lo suyo, era mirar a las mamás de los niños y a todas las mujeres que paseaban por el nocturno mercado navideño, no importaba si fueran gordas o flacas, siempre comentaba excitado cuando se iban: ¡que nalgotas tiene la mamá del chavito! ¡Para agarrarla así miren, así de a cartón de caguamas! cerrando los ojos mientras hacía como si de veras la estuviera tocando, O  bien, ¡esa flaca se ve que todavía aprieta bien sabroso! ¡Yo sí le acomodaba otro chamaco! Y apretaba los puños…
El negrito Baltazar, era de la colonia Guadalupe del Moral, estaba caracterizado, por un cincuentón muy flaco que se tenía que pintar todo porque estaba bien descolorido, y eso le enojaba mucho, diario repetía la misma letanía de leperadas, lo hacía  y  los demás lo esperaban sentados en unas cajas para posar en la escenografía:
¡Parezco puta poniéndose el maquillaje!, claro ¡al perro más flaco se le trepan más las pinches pulgas!
Pero una vez caracterizado con corona de cartón y capa de lentejuelas, se metía en el personaje de a deveras, mostraba una enorme sonrisa dejando ver una gran ventana por dos dientes que le faltaban, provocando más miedo que ilusión a los niños; Melchor de inmediato le reprochaba:
¡Cierra el hocico güeeey, si no es película de vampiros!
Baltazar sin perder la gran sonrisa, lo volteaba a ver y haciéndole gran caravana le respondía:
¡Por supuesto que no, loado Rey! ¡La de Vampiros la filme con vuestra distinguida y chingada madre! ¿No lo recordáis?...

EL puesto o stand de los Reyes magos estaba justo frente al del santa clon, y no perdía este ocasión para mandarles cremas o mentarles la madre a discreción,  pero ni Baltazar quien pretendía ser un rey verdadero, Ni Gaspar ocupado viendo culos, le prestaban atención, sólo el albino Melchor le seguía el juego, se le quedaba viendo, hacía como que estiraba la mano y lo tomaba por la barba, luego acercaba su mano con la supuesta barba cojida del santa clon y se la llevaba a los testículos y movía la cadera hacia adelante y atrás; este le devolvía  miradas  de rayo laser, pero se aguantaba por la gente que pasaba ¡no fuera ser que se decepcionaran de él!
Se enojaba muchísimo cada que los niños se tomaban fotos con los Reyes, y a los papás de los niños que se decidían a sacarse fotos con él les decía cuando le pagaban, que bueno que no se arrimaron con los reyes magos, porque esos güeyes así como los ven, son robachicos y traficantes de órganos…
El pedo, como diría el santa clon, era que cada día la vida está más difícil y ese año en particular, la cosa de lana estaba muy jodida, ya era veintitrés de diciembre y no se había ni gastado la mitad de los rollos que compró, a ese paso ni lo del permiso del lugar a la delegación iba a sacar, le quedaba de consuelo que todavía tenía el veinticuatro y el veinticinco para hacerla; su chupe, ese no se contaba, eso era aparte, siempre tenía detrás de su escenario su Tony Hallan, nombre de caché dado al mezcal más barato; ¡chinguensen una pal Frío! Les gritaba a los reyes, con una mano les ofrecía el brindis sujetando un vasito desechable con mezcalito y con la otra mano se agarraba los huevos…
Las luces de los puestos se fueron apagando una a una, los comerciantes bajaron sus lonas de rafia preparándose para pernoctar dentro de sus puestecitos, cuidando sus mercancías, los transeúntes son más escasos a medida que el reloj se acerca a la media noche, pasa alguno que viene tarde del trabajo o de llevar a la novia a su casa, otros que van al turno de la noche  o vienen de alguna posada; se va quedando en penumbras el parque; una pareja pasa frente a él y en brazos el esposo lleva a una pequeña de casi dos años de edad que asombrada por ver al personaje exclama llena de alegría:
Mia papito, mia papito.. Canta roossss ya llegó canta roosss….
Vengan,  traigan a su hijita a sacarse una foto conmigo, les invita el santa clon…
Ah no, este gracias… responde el papa sorprendido…
Por la expresión y la ropa sencilla que visten, santa clon adivina que no tienen dinero, se apresura a responder:
No se las voy a cobrar, suban a su chavita al carrito, diciendo esto y preparando la cámara,  los papás un poco apenados pero agradecidos se aproximas sumisos, suben a la nena al carrito y la mamá dice a su pequeña, a ver mami, ¡Sonríe para que salgas bien bonita en la foto! y dile a santa que quieres que te traiga de regalo…

¡Papá papá! ¡Mira lo que nos trajo santa clos! Exclamaban sus hijos bien emocionados tallándose los ojos para despertar bien y ver si era real o un sueño lo que estaban viendo, en el piso frente a su ventanita, la que decoraban con foquitos, haciendo la figura de un árbol navideño con escarcha verde, un montón de regalos esperaban al Comisario, a Brenda, a Mirna y al Gabilos,  al más pequeño no le traían nada porque todavía no sabía hacer su cartita decía don gabis a sus hijos; la cosa es que se armaba un griterío de emoción entre sus chavitos al ir sacando de las cajas los juguetes y regalos, que si un carrito de volteo de plástico pal gabilos, que si un jueguito de té para las niñas, que si unos tenis para el Comy, que si una caja de galletas para todos; huy que algarabía que risas y que felicidad el día de Navidad, ese día no chupaba, se dedicaba a jugar con sus morritos, se acordaba que a él no le traían nada  y le daba harto sentimiento, por eso les agarro odio a los reyes magos,  por eso aunque se quedara sin lana, no les fallaba a sus hijos con lo que pedían pero en navidad, aunque fueran Made in México las Barbis, no se quedaban con las ganas de ellas sus chavitas…
¡El último antes de “cerrar”! exclama y apura el final trago de mezcal ya directo de la garrafita, hace algunos gestos y arroja la botella vacía detrás de una jardinera,  sube a su carrito de súper mercado su letrero de feliz navidad, su cámara, sus cajas de regalo, y se encamina al callejón, va zigzagueando por lo borracho que ya anda, hoy chupo menos que de costumbre pero el alcohol le afecta cada vez más a su hígado inflamado y enfermo, orina sangre y luego cuando despierta, no recuerda quien es o que hizo la noche anterior, se queda tendido en su catre, asustado, hasta que poco a poco se orienta  y se levanta todo mareado, pero pasado un rato se le pasa el susto y sale a echarse la primer chela del día; pero esta noche se siente más mareado que otras veces, “es porque ayer no comí nada” piensa y sigue su camino, son solo cuatro cuadras, pero el camino se le hace  eterno, al fin llega y cuando dobla para entrar al callejón, tremendo escándalo lo recibe de frente:
“pa la paloma palo pala paloma paloma”…
Suena a todo volumen el sonido contratado para la posada por los vecinos; colgados con lazos, varios bafles llenos de tweeters le taladran los oídos, y al fondo una pared de bafles para bajo, le saca el aire del estómago aumentado su malestar y mareo; por todos lados hay parejas bailando, las luces giran sobre su cabeza y lo desorientan para caminar, una palomilla de adolescentes lo ve llegar y alguno de ellos exclama:
¡Pinche santa, ya hasta viene bailando!
El santa clon siente que se desmaya pero le alcanzan las energías para llegar al fondo y sentarse en una silla alquilada a descansar, alguien que pasa junto a él le pone en la mano un vasito de ponche aguado con un pequeño trozo de caña y un cachito de tejocote y sin preguntarle ni decirle nada, un vecino que lo vio sentarse le deja ir un chorrazo de bacachá blanco: ¡orales mi santa, échese una pa que se ambiente en este cotorreo!
Ps me la chingooo, total como dice el dicho: ¡Mundo ahí te quedas!….. y con el ánimo de alivianarse con la bebida caliente con alcohol, bebe un gran trago, entonces su hígado no puede más, y mientras se paraliza dejando de hacer sus funciones, el santa clon cae en la cuenta que es su última temporada representando al personaje, se lleva las manos al estómago y se dobla poco a poco, la posada sigue en su curso ya desenfrenado y lejos de las tradiciones, solo hay fragmentos de las piñatas de cartón por el suelo, dulces pisados y confeti; algún vecino ya borracho con el cucurucho de cartón de una piñata sobre su cabeza como sombrero, un grupo de homosexuales bailan con tipos que se desinhiben y los abrazan, niños corren por todos lados, revientan cohetes y pasan brillando chifladores, y con ellos toda la vida le pasa  frente a sus ojos:
Las navidades en su pueblo cantando villancicos y tomando café, su adolescencia en el DF como ayudante de albañil, el día que conoció a Mirna allá en Chapultepec un domingo, su boda modesta nomas pa taparle el ojo al macho por que ya estaba de tres meses y se le notaba la panza, cuando nació cada uno de sus hijos, cuando salieron de la primaria, de la secundaria, los quince años de Brenda, el día que Javier su hijo se fue para estados unidos, el día que lo despidieron por que se enteraron que estaba herniado y requería de varias operaciones, la noche que llegó y su casa estaba vacía, los días solo en su cuartito a solas  bebiendo….
Todo quedó en silencio para el santa clon, o mejor dicho Para Javier, conocido de más joven como don gabis, alguien que pasó a su lado lo notó bien frio y tieso exclamando a voz en cuello:
¡¡No mamen ya se ripció el santa!!
La música dejó de sonar, se hizo una bola de curiosos, las señoras lloraban y los borrachos gemían consternados, una viejita se persignó y un chamaco, en el momento de más silencio reprocho sollozante:
¡Uh! ¡Uh! ¡Uh! ¡Pinche santa clos culero! Uh! ¡Uh! ¡Uh! ¡No te mueras!
¿Ahora quien me va a traer mi Nintendo mañana?  ¡Uh! ¡Uh! ¡Uh!...

miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL FIN DE LOS TIEMPOS

 


EL destino que se escribe en tinta invisible a diario frente a mis ojos, y el viento que ordena y desordena las frases, ahora adelante ahora detrás,  las revuelve, juega con ellas, ahora el presente es el ayer y el pasado antiguo ocurrirá si duda en el futuro. Así todo cambia a su placer en un instante, en eventos no lineales, espirales que se rozan al ascender y descender, casi pasando por el mismo trecho, casi viviendo lo mismo y a la vez todo distinto.
 
¿Deja-vus infinitos o sueños repetidos?
¿Dónde la línea de la realidad inicia?
¿Dónde todo es ficción?

La noche pare placeres infinitos, texturas de ensueño son absorbidas por las yemas de mis dedos para luego convertirse en emociones hechas tinta,  las sonrisas bálsamo a heridas y el alma dentro, muy dentro tirita en el sótano de terrores, cuchillo en mano el niño que resta en mi, de miedo desorbita la mirada perdida en la negrura profunda, que cada alma inexorablemente crea a pulso con cada errata.

 Amanece y el alba me pregunta si deseo un sol negro, o lluvia de fuego sobre mis espaldas, yo simplemente la dejo ser  mientras espabila los corceles que han de conducir el carro del sol sobre el orbe terrestre, la ilusión del tiempo es más notoria cuando hay luz presente y se alarga dentro de la necesaria prisión, a la que acudo, vestido de rutina  y corro con mano propia el cerrojo.

El I have to y el i want to, cuerpo a cuerpo y cara a cara libran la más feroz de las batallas donde  el réferi reloj en mano da cuenta de cada movimiento, de cada llave y con cada golpe asestado, ruge la concurrencia, y en ese imaginario dentro de este imaginario, es mi rostro el que recibe los bofetones, las patadas y los azotes sacuden mi conciencia y las fuerzas de tan parejas se anulan en un tercer round que parece no terminará nunca.

Ambos lados de un planeta, hemisferios norte-sur, cuerpos que embonan a la perfección pasión vs ternura, seguridad vs paz, la moneda gira en el aire, espera, ¿cual moneda?

La brecha se ha vuelto pedregosa, la arenilla no es fina y golpea hiriendo en cada ventisca, al punto en la encrucijada que el camino conduce, da a la vista con puertas abiertas de par en par de sendos reinos, del que solo uno ha de prevalecer, y es la decisión que aguarda en alguna parte de mis infiernos, el final de los tiempos para el no elegido.

Bibián Reyes
Diciembre del 2015.