Santaclós de temporada navideña y teporocho de tiempo completo, vecino de la colonia Agrícola Oriental,
americanista de hueso colorado; se alista para las fechas decembrinas, camina
por la avenida Texcoco, buscando en el
tianguis de san Juan, un pants rojo que le quede bien, no necesita mucho vestuario
ni accesorios, la panzota chelera
forjada a la sazón de unas diez caguamas diarias, además de una torta de
tamal cada mañana, dos guaraches al medio día y uno que otro pambazo en la
noche, la hacen tan autentica, como la del personaje de cualquier decoración
navideña, la barba desarreglada y prominente cada año necesita menos spray
blanco para lograr la personificación, -esta es la que le cumple sus fantasías
a los chavitos en navidad –es su frase más gastada-, pero a las mamás de los
chavitos se las cumple todo el año…
rematada siempre con sonora y opaca carcajada, que por lo general le ocasiona
ahogo y remata con escupitajos con sangre, producto de una cirrosis que avanza.
Ya carga bajo el brazo izquierdo en una bolsa de plástico
negra, un cinturón ancho de elástico y
charol que tomó del tendedero de la vecindad, accesorio de un vestidazo de la
“Manuela” vecino travesti, a quien le parece ya estar escuchando vociferar bien
“encabronada”:
-¡devuélvanme mi cinturón cabrones!, ¡ya no puede una
dejar cosas finas ni un ratito en el puto tendedero!, ¡puros rateros jodidos en
esta pinche vecindad de mierda! ¡Pero ahora si en enero me largo a vivir con mi
viejo a su depto. en Santa fe! ¡Chingo mi madre si no!, ¡bola de culeros hijos
de la rechingada!… bajo la mirada perturbada de las familias de comerciantes
oaxaqueños hacinadas ahí, hasta diez o
doce personas en cada “vivienda” formada por un cuarto de cuatro por cuatro,
una cocinita de metro y medio por dos, con un baño común por cada patio, los
niños se espantan, aunque no entiendan lo que dice, porque ni español hablan,
los hombres ríen nerviosos y las mujeres le evitan la mirada, metiendo a sus
niños más pequeños y cerrando puertas tras de sí.
El santa clon negoció las botas la semana pasada, un tamarindo
crudísimo llego al tianguis como a las 8 de la mañana todavía con el uniforme
puesto, compró unas sandalias -un poco para mitigar el cansancio de andar todo
el día en servicio y toda la noche chupando y bailando con las putas, -y un más
para venderlas y poder alivianar la pinche crudota que lo traía pendejo desde
las cinco de la mañana que salió del congal allá en la perla…
¿Cuánto por las botas mi jefe?...
¡Nooo, pos la neta que están bien efectiiiivaaas mi
buen!… ¡no creo que le llegues al preciooo!,
Dijo esto sin perder el clásico estilo abusón de
cualquier popocha, pero las punzadas en las sienes se iban haciendo más y
más fuertes con el creciente calorcito
de la mañana las que le hicieron añadir de inmediato:
¡Pero hoy estas de suerte camaradita!, dame 300 varos y
son para ti, como vez….
El santa clon dándose cuenta del sudorcito que le corre
por la frente y la cara de pinche briago que el poli trae, sabe que se va a
bajar hasta donde él quiera, pues la cruda lo esta chingando bien feo…
Mtas… ¡ya están bien pateadas mi jefe!, sin que se ofenda
le voy a dar un ciego que traía para mi polla y mis chuchulucos, ¿cómo ve?
El poli hace
cuentas lo más pronto que su trasnochada neurona le permite, cien
varos…cuatro caguamas…nooo, falta el
refín…
Mira cabrón dame dos varos y ya no quiero seguir alegando
por que me acuerdo que soy la autoridad y llamo a mi comandante que no tarda en
pasar a supervisar que todo esté en orden y
que te cargue por encajoso.
¡Ahí muere pues mi jefe!, responde el santa clon sin
mirarlo, dándose la vuelta con calma como para tentarlo a aceptarle el varo; Da
dos pasos, ciento cincuenta dice de pronto; a la vez que recuerda no
encontrará más baratas y con el tubo de las piernas tan largo…
El tecolote de inmediato responde ¡va!… y piensa: con ese otro tostón la hago para
media docena de tacos ahí en el puesto de enfrente, con el michoacano de las
carnitas…
¡Llévatelas no mas pa que veas que ando de buenas!….
El santa clon las toma y las sujeta entre las rodillas,
para sacar cuatro billetes enrollados de a cincuenta de una bolsita con jareta
atada a un botón de su sucia camisa a la altura del pecho, toma uno con la
derecha y extiende los otros tres billetes con la izquierda…
El poli al ver esto agrega: y cincuenta varotes más de
multa por chorear a la autoridad…
El santa ríe, guarda su tostón apresurado y se aleja
sudando, también la cruda lo está madreando; camina muchas cuadras entre los
puestos que ofrecen ya artículos de toda índole, Familias recién salidas de
misa dominical caminan ávidas por desayunar garnachas o barbacoa y comprar
chucherías sin utilidad, camina entre comerciantes, y otros trasnochados como
él y el policía; son las ocho y pelos de la mañana de un domingo cualquiera,
hora en que coinciden en las calles de todos los rumbos capitalinos, las líneas
de vidas con afanes opuestos…
No siempre fue el conocido “Santa clon”, ni teporocho
tampoco, antes cuando más, mucho más joven, se ganaba la vida como cargador en
una tienda de materiales primero y luego como chofer repartidor y cargador de
materiales más tarde; cargo que se ganó en el segundo mes de trabajo,
después que asaltaran el establecimiento
a mano armada y el antiguo chofer renunciara tras ser diagnosticado con
diabetes por el sustotote.
¡Pinches mamadas!, ¡ahora tengo que manejar, repartir y
descargar, por méndigos doscientos varos más a la semana!, ¡patrón hijo de su
reputisísima madre! ¡Por eso se le va a podrir el culo! ¡Y por eso precisamente
lo asaltaron! ¡Por ojete me cae de madre!….
Javier era su nombre de pila, pero ahí en el
callejón era conocido como don gabis, de
lunes a sábado, como a las seis o siete de la tarde, llegaba bien cenizo a la
vecindad, de tanto bulto de cal, mortero
y cemento que repartía a diario; donde lo recibía su feroz e incondicional
perro llamado Oliverio, que lo mismo lo cuidaba de día o de noche, estando su
amo en sano juicio o pedo, crudo o credo, (que es el punto entre estar pedo y
pasar a estar crudo, valga la aclaración) el Fiero Olivero era perro corriente
cruzado con de la calle, pero con antepasados pequineses de Japón, -Juraba don
gabis- quien lo había salvado de que se lo llevara el camión de la basura;
estaba dentro de una bolsa de plástico bien amarrada, eran como las nueve de la
mañana, me había bajado de la camioneta a comprarme unos cigarros y una coca,
vi la bolsa moverse y pensé que era una rata, pero luego escuche como lloraba
el animalito, y me di cuenta que era un perrito recién nacido que había tirado
alguna vieja cabrona. Yo pensaba que no se iba a criar, porque no podía comer
nada todavía, pero me las ingenié para darle su lechita con una bolsita de
hule, ya luego le compraba su atolito en las mañanas y ahí poco a poquito se la
llevó suave el cabrón…
¡Como quería a su
pinche perro que todo el día se la
pasaba de güevón echado en la sombra o el sol!
solo se alocaba cuando llegaba su amo, salía disparado a recibirlo
apenas lo olfateaba, que fiesta le hacía, Don gabis lo chiqueaba con palabras
cariñosas y exclamaba: ¡ay! ¡Ay! ¡Ay
Oliverio! cuando saludaba a algún vecino para que el perro reaccionara furioso,
y luego lo calmaba…
Este si es fiel, decía en tono de broma pero muy en
serio, pues era secreto a voces que, su doña le era infiel, pero no se contentaba
con engañarlo con uno, se decía que lo mismo le daba taco al güey del gas que
al pinche tortillero.
Prefería
anestesiarse con caguamas, a estar dentro de su casa, toda la tarde del sábado
que llegaba temprano y todo el domingo se la pasaba en el agua; llegaba como a
las 3 de la tarde, , siempre les llevaba a su familia taco de la calle , ya
fueran sopes, huaraches, quesadillas o flautas, -tanto chingarle todos los
días, para no darse un gusto el sábado esta cabrón- decía- se le amontonaban
alrededor sus cuatro hijos de edades en escalerita, y su doña, con uno en
brazos también, como hormigas marabuntas se devoraban los antojitos y así como
se habían juntado, se desaparecían una vez terminado el banquete; entonces Don
gabis, sacaba sus delicados, prendía uno, estiraba las piernas, y fumaba
despacio, era el único momento de la semana que se sentía pleno y sin algo que
envidiar al cabrón más rico que hubiera en el pinche mundo pensaba, miraba al techo de láminas de asbesto con las
manchas negras de las goteras, el foco cochambroso y las telarañas en las
esquinas, bajaba la vista para seguir en su ensueño de felicidad y plenitud, y
veía las paredes de block encalado, las grietas en las esquinas, los posters
del América campeón del 86´ polvosos y descoloridos, cambiaba de nuevo de
dirección su mirada, veía a su mujer amamantar al más morrito de sus
chilpayates, y le venía una sonrisa de ternura, pero era cosa nomás de mirarlo
bien y como reconocerle las facciones del tortillero, o del gasero, o de sabe quien
chingados y se le reventaba la burbuja que había creado, entonces gritaba
encabronadísimo: ¡Comyyyyyy!….¡Comyyyy jijo de tu pelonaaaa! Y en seguida se le
apersonaba el mayor de sus hijos- lánzate en madriza a la tienda por dos
caguamas, pero le dices a la señora que te las de más frías que las nalgas del
muerto-…y dicho esto el Comisario –que así le apodaban a si hijo mayor- salía
destapado a hacer el mandado. Entonces ya con el encabronamiento, se levantaba
de la mesa y salía al patio, llenaba una cubeta con agua de la llave y se daba
un baño con agua fría. Salía del baño, se ponía su cadenita de oro, una playera
sin mangas para mostrar sus bien desarrollados conejos y marcadísimos
pectorales moldeados a puro descargar y cargar
bultos todos los dias, se perfumaba bien, sacaba sus cigarros delicados
y se paraba frente a su ventanita, daba la orden que se encendiera la radio
fuerte y destapaba la primer caguama del fin de semana…
Entonces el callejón se transformaba de un lugar inseguro
a un lugar inseguro pero animado, la mejor estación de música tropical
amenizaban la tarde y noche, y cuando la radio se tornaba aburrida, un cerro de
casetes acomodados en el filo de su ventana esperaban a ser tocados en su radio
grabadora portátil con foquitos por todos lados, los temas de Tiberio y sus
gatos negros, la Sonora Siguaray y Los pasteles verdes, sonaban bien recio,
poco le importaba que los demás vecinos de la vecindad se molestaran por el
escándalo.
El domingo era una verdadera tertulia de briagos, desde
que dios amanecía hasta que dios anochecía era un relajo el fondo del callejón,
por la mañana esto era saludar a los vecinos con unos gestos que parecían
sonrisas y un español ininteligible, luego ya alivianado por comer algo,
organizaba las mejores partidas de rayuela y baraja que cualquier barrio del la
ciudad pudiera tener, se apostaba de a una mano (cinco pesos), de a diego (diez), de a peseta (veinticinco),
de a tostón (cincuenta) y hasta de a ciego (cien) , estaba muy cabrón que todos
quedaran conformes con todos los resultados y no faltaba la tarde que acabara en zafarrancho y
peleas en cámara lenta, ya todos anestesiados por tanto chupar, ni las mentadas
se les entendían ni los madrazos que se lanzaban les dolían, algún vecino harto
de el circo dominical, llamaba a la patrulla y cuando esta enfilaba dentro del
callejón, todos corrían, parecían niños aprendiendo a caminar de lo cuetes que
andaban, los que tenían más suerte se escabullían entre lotes baldíos, o salían
sus hijos y a jalones los metían a sus casas y los que más pedos andaban,
amanecían temblando de frio, tras las rejas la mañana del lunes…
Con una vieja cámara polaroid instantánea, trabajaba
desde hacía ya muchos años, los rollos le salían cada vez más caros pues ya
casi ni se usaban, un carrito de súper mercado
decorado con muchas escarchas y esferitas con ruedas destartaladas la
hacía de trineo, en él subía a los chavitos pequeños y a los más grandes los
paraba junto a un gran montón de cajas de detergente y de huevo forradas como
regalo, con grandes moños y papeles multicolor, un letrero de cartón pintado
con la frase: ¡Feliz Navidad! Completaba su decoración, a un costado del
quiosco del parque de la colonia se instalaba cada año por ahí del quince de
diciembre y siempre intentaba molestar a los del stand de los reyes magos,
cuando llegaban les decía para
provocarlos:
¡Qiúbolas pinches güeyes vagos¡ o ¡Que pasó mis queridos
reyes Guangos!
Pero esos tipos sí
que eran de lo más rasposito que hay en el defectuoso:
El que la hacía de Melchor, era un viejo albino ya sesentón que solo necesitaba la corona y
la capa para parecer rey ario, pero de un país muy pero muy pobre, vivía en la
colonia Ejercito de oriente y estaba especializado en robo a casa habitación,
pero con las pinches reumas que lo obligaban a caminar como pollo, se había
tenido que retirar forzosamente del bisne; el cabrón que la hacía de Gaspar era
un ruco bien libidinoso que vivía por la
Cabeza de Juárez, este se ponía una peluca rizada de color rojo para pegarle al
personaje y harto brillo labial según él
para destacarse en las fotos como un autentico Rey de Persia, pero se parecía
más a Maradona cuando lo sacaron de una fiesta bien chocho y vestido de mujer,
a este cabrón en realidad el personaje le valía madres, pues lo suyo lo suyo,
era mirar a las mamás de los niños y a todas las mujeres que paseaban por el
nocturno mercado navideño, no importaba si fueran gordas o flacas, siempre
comentaba excitado cuando se iban: ¡que nalgotas tiene la mamá del chavito!
¡Para agarrarla así miren, así de a cartón de caguamas! cerrando los ojos
mientras hacía como si de veras la estuviera tocando, O bien, ¡esa flaca se ve que todavía aprieta
bien sabroso! ¡Yo sí le acomodaba otro chamaco! Y apretaba los puños…
El negrito Baltazar, era de la colonia Guadalupe del
Moral, estaba caracterizado, por un cincuentón muy flaco que se tenía que
pintar todo porque estaba bien descolorido, y eso le enojaba mucho, diario
repetía la misma letanía de leperadas, lo hacía
y los demás lo esperaban sentados
en unas cajas para posar en la escenografía:
¡Parezco puta poniéndose el maquillaje!, claro ¡al perro
más flaco se le trepan más las pinches pulgas!
Pero una vez caracterizado con corona de cartón y capa de
lentejuelas, se metía en el personaje de a deveras, mostraba una enorme sonrisa
dejando ver una gran ventana por dos dientes que le faltaban, provocando más
miedo que ilusión a los niños; Melchor de inmediato le reprochaba:
¡Cierra el hocico güeeey, si no es película de vampiros!
Baltazar sin perder la gran sonrisa, lo volteaba a ver y
haciéndole gran caravana le respondía:
¡Por supuesto que no, loado Rey! ¡La de Vampiros la filme
con vuestra distinguida y chingada madre! ¿No lo recordáis?...
EL puesto o stand de los Reyes magos estaba justo frente
al del santa clon, y no perdía este ocasión para mandarles cremas o mentarles
la madre a discreción, pero ni Baltazar
quien pretendía ser un rey verdadero, Ni Gaspar ocupado viendo culos, le
prestaban atención, sólo el albino Melchor le seguía el juego, se le quedaba
viendo, hacía como que estiraba la mano y lo tomaba por la barba, luego
acercaba su mano con la supuesta barba cojida del santa clon y se la llevaba a
los testículos y movía la cadera hacia adelante y atrás; este le devolvía miradas
de rayo laser, pero se aguantaba por la gente que pasaba ¡no fuera ser
que se decepcionaran de él!
Se enojaba muchísimo cada que los niños se tomaban fotos
con los Reyes, y a los papás de los niños que se decidían a sacarse fotos con
él les decía cuando le pagaban, que bueno que no se arrimaron con los reyes
magos, porque esos güeyes así como los ven, son robachicos y traficantes de
órganos…
El pedo, como diría el santa clon, era que cada día la
vida está más difícil y ese año en particular, la cosa de lana estaba muy
jodida, ya era veintitrés de diciembre y no se había ni gastado la mitad de los
rollos que compró, a ese paso ni lo del permiso del lugar a la delegación iba a
sacar, le quedaba de consuelo que todavía tenía el veinticuatro y el
veinticinco para hacerla; su chupe, ese no se contaba, eso era aparte, siempre
tenía detrás de su escenario su Tony Hallan, nombre de caché dado al mezcal más
barato; ¡chinguensen una pal Frío! Les gritaba a los reyes, con una mano les
ofrecía el brindis sujetando un vasito desechable con mezcalito y con la otra
mano se agarraba los huevos…
Las luces de los puestos se fueron apagando una a una,
los comerciantes bajaron sus lonas de rafia preparándose para pernoctar dentro
de sus puestecitos, cuidando sus mercancías, los transeúntes son más escasos a
medida que el reloj se acerca a la media noche, pasa alguno que viene tarde del
trabajo o de llevar a la novia a su casa, otros que van al turno de la
noche o vienen de alguna posada; se va
quedando en penumbras el parque; una pareja pasa frente a él y en brazos el
esposo lleva a una pequeña de casi dos años de edad que asombrada por ver al
personaje exclama llena de alegría:
Mia papito, mia papito.. Canta roossss ya llegó canta
roosss….
Vengan, traigan a
su hijita a sacarse una foto conmigo, les invita el santa clon…
Ah no, este gracias… responde el papa sorprendido…
Por la expresión y la ropa sencilla que visten, santa
clon adivina que no tienen dinero, se apresura a responder:
No se las voy a cobrar, suban a su chavita al carrito,
diciendo esto y preparando la cámara,
los papás un poco apenados pero agradecidos se aproximas sumisos, suben
a la nena al carrito y la mamá dice a su pequeña, a ver mami, ¡Sonríe para que
salgas bien bonita en la foto! y dile a santa que quieres que te traiga de
regalo…
¡Papá papá! ¡Mira lo que nos trajo santa clos! Exclamaban
sus hijos bien emocionados tallándose los ojos para despertar bien y ver si era
real o un sueño lo que estaban viendo, en el piso frente a su ventanita, la que
decoraban con foquitos, haciendo la figura de un árbol navideño con escarcha
verde, un montón de regalos esperaban al Comisario, a Brenda, a Mirna y al
Gabilos, al más pequeño no le traían
nada porque todavía no sabía hacer su cartita decía don gabis a sus hijos; la
cosa es que se armaba un griterío de emoción entre sus chavitos al ir sacando
de las cajas los juguetes y regalos, que si un carrito de volteo de plástico
pal gabilos, que si un jueguito de té para las niñas, que si unos tenis para el
Comy, que si una caja de galletas para todos; huy que algarabía que risas y que
felicidad el día de Navidad, ese día no chupaba, se dedicaba a jugar con sus
morritos, se acordaba que a él no le traían nada y le daba harto sentimiento, por eso les agarro
odio a los reyes magos, por eso aunque
se quedara sin lana, no les fallaba a sus hijos con lo que pedían pero en
navidad, aunque fueran Made in México las Barbis, no se quedaban con las ganas
de ellas sus chavitas…
¡El último antes de “cerrar”! exclama y apura el final
trago de mezcal ya directo de la garrafita, hace algunos gestos y arroja la
botella vacía detrás de una jardinera,
sube a su carrito de súper mercado su letrero de feliz navidad, su
cámara, sus cajas de regalo, y se encamina al callejón, va zigzagueando por lo
borracho que ya anda, hoy chupo menos que de costumbre pero el alcohol le
afecta cada vez más a su hígado inflamado y enfermo, orina sangre y luego
cuando despierta, no recuerda quien es o que hizo la noche anterior, se queda
tendido en su catre, asustado, hasta que poco a poco se orienta y se levanta todo mareado, pero pasado un
rato se le pasa el susto y sale a echarse la primer chela del día; pero esta
noche se siente más mareado que otras veces, “es porque ayer no comí nada”
piensa y sigue su camino, son solo cuatro cuadras, pero el camino se le
hace eterno, al fin llega y cuando dobla
para entrar al callejón, tremendo escándalo lo recibe de frente:
“pa la paloma palo pala paloma paloma”…
Suena a todo volumen el sonido contratado para la posada
por los vecinos; colgados con lazos, varios bafles llenos de tweeters le
taladran los oídos, y al fondo una pared de bafles para bajo, le saca el aire
del estómago aumentado su malestar y mareo; por todos lados hay parejas
bailando, las luces giran sobre su cabeza y lo desorientan para caminar, una
palomilla de adolescentes lo ve llegar y alguno de ellos exclama:
¡Pinche santa, ya hasta viene bailando!
El santa clon siente que se desmaya pero le alcanzan las
energías para llegar al fondo y sentarse en una silla alquilada a descansar,
alguien que pasa junto a él le pone en la mano un vasito de ponche aguado con
un pequeño trozo de caña y un cachito de tejocote y sin preguntarle ni decirle
nada, un vecino que lo vio sentarse le deja ir un chorrazo de bacachá blanco:
¡orales mi santa, échese una pa que se ambiente en este cotorreo!
Ps me la chingooo, total como dice el dicho: ¡Mundo ahí
te quedas!….. y con el ánimo de alivianarse con la bebida caliente con alcohol,
bebe un gran trago, entonces su hígado no puede más, y mientras se paraliza
dejando de hacer sus funciones, el santa clon cae en la cuenta que es su última
temporada representando al personaje, se lleva las manos al estómago y se dobla
poco a poco, la posada sigue en su curso ya desenfrenado y lejos de las
tradiciones, solo hay fragmentos de las piñatas de cartón por el suelo, dulces
pisados y confeti; algún vecino ya borracho con el cucurucho de cartón de una
piñata sobre su cabeza como sombrero, un grupo de homosexuales bailan con tipos
que se desinhiben y los abrazan, niños corren por todos lados, revientan
cohetes y pasan brillando chifladores, y con ellos toda la vida le pasa frente a sus ojos:
Las navidades en su pueblo cantando villancicos y tomando
café, su adolescencia en el DF como ayudante de albañil, el día que conoció a
Mirna allá en Chapultepec un domingo, su boda modesta nomas pa taparle el ojo
al macho por que ya estaba de tres meses y se le notaba la panza, cuando nació
cada uno de sus hijos, cuando salieron de la primaria, de la secundaria, los
quince años de Brenda, el día que Javier su hijo se fue para estados unidos, el
día que lo despidieron por que se enteraron que estaba herniado y requería de
varias operaciones, la noche que llegó y su casa estaba vacía, los días solo en
su cuartito a solas bebiendo….
Todo quedó en silencio para el santa clon, o mejor dicho
Para Javier, conocido de más joven como don gabis, alguien que pasó a su lado
lo notó bien frio y tieso exclamando a voz en cuello:
¡¡No mamen ya se ripció el santa!!
La música dejó de sonar, se hizo una bola de curiosos,
las señoras lloraban y los borrachos gemían consternados, una viejita se
persignó y un chamaco, en el momento de más silencio reprocho sollozante:
¡Uh! ¡Uh! ¡Uh! ¡Pinche santa clos culero! Uh! ¡Uh! ¡Uh!
¡No te mueras!
¿Ahora quien me va a traer mi Nintendo mañana? ¡Uh! ¡Uh! ¡Uh!...