Si la sangre mar embravecido que golpea las sienes, si los
puños fuertemente contraídos blanquean la piel morisca, si la boca seca urge
saliva que no segrega, si el mar agitado a sus espaldas solo una tormenta en un
vaso de agua, al oído con mucha calma y mucho filo en la lengua Cadriel sesea lo
adecuado conduciéndole suave pero directo a laberintos oscuros del alma, a la
memoria primigenia donde el instinto era rey y el razonamiento una novedad en
el proceso del pensamiento.
La mirada puesta en sucesos desarrollándose en su mente, le hacen
parecer distraído y taciturno, nada corroe desgastando constante como la duda,
nada provoca más dolor como el engaño y nada desata la ira así tan de tajo como
la traición.
El baile de máscaras se desarrolla sin contratiempos, y tras las
mascaras las intenciones impacientes por mostrarse rechinan los dientes en cada
giro, en cada sonrisa y en cada abrazo estrecho demuelen hasta los escombros su
gran amor inexorablemente.
Ya poseedor de su voluntad el demonio de la medianoche ahora
lo mueve cual titiritero al títere, ya arroja en pedazos el espejo, y después
de no dejar nada en pie, sale de su habitación resuelto a lo impensable, sus
pasos en las baldosas resuenan en el silencio de la noche, su noche maldita.
Desdémona mujer amada, negra hechicera, perra traidora, ¿por
qué amor del alma?
¿Acaso antiguos amantes desgastaron tu ilusión?
Si apenas ayer te entregabas toda en mi lecho con ardientes
pasiones ¿o también eso fingías?
Dispuesto estaba a ser tu ciervo, tu fiel amante, tu devoto
adorador, ¿Qué has hecho?
¿Como puede tu semblante hermoso reflejar tanta frialdad? ¿Y
cómo tu diáfana voz pronunciar tales palabras?
¿Qué fue de los te amos? ¿Y qué de mis manos sobre tu piel
hasta hacerte perder el sentido?
¿Olvidaste la tibieza en mi regazo o fue acaso solo un sueño?
Márchate ahora, húndete en lo profundo, aspira y que el agua
en tus pulmones te conduzca sin demora al peor rincón del tártaro.
Bibián Reyes
Septiembre del 2016.
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