lunes, 30 de mayo de 2016

TRAS LA SENDA DE MAGALLANES





Dieciséis  años separan la primera vez que pusiste pié en un barco al día que por última vez se te vio descender por la borda, muchos años en los que armaste en la cabeza el rompecabezas incompleto del mundo, y dibujaste mentalmente las desconocidas e innumerables piezas faltantes.

Dos años y meses te llevaron a recorrer por mares desconocidos una ruta que seguro de encontrar te puso proa al nuevo mundo y  más allá, poner pié en tierras ignotas, con el norte a la diestra luego a la espalda, siempre con la convicción de hallar la ruta  por estrechos jamás cruzados y con la intuición que solo los lobos de mar poseen, salvando intrigas y conjuras, surcando un océano interminable dejando en ello hasta el último aliento.

Tres meses cruzando con temeridad el inmenso mar pacífico casi terminan con todo, solo las repugnantes ratas pudieron apaciguar el hambre de tu tripulación que había devorado ya correas y suelas de zapatos, restos de harina con orín de roedores y solo bebía agua terriblemente descompuesta.

Sesenta segundos te separan del fin, la mirada se nubla en tinta carmesí y la respiración deja de serlo para convertirse en estertores que preceden a la muerte, tras de ti la veintena de hombres que sobreviven la batalla, impotentes te miran morir  mientras se retiran vuelta a la nave donde darán cuenta de la pérdida irreparable de su almirante alanceado por quienes defienden más que su isla su propia cosmovisión; en pocos instantes dejarás de guiar una  fragata, para tornar en leyenda, a pesar de no cumplir con el cometido, la hazaña enmarcará tu aventura, una esquina del mundo y del cielo mismo llevarán por siempre su nombre.

Tu último acto consiente fue ver mirar a los tuyos ponerse a salvo, pues ahora yaces todo destrozado en tierra, trofeo ya de feroces naturales quienes te exhibirán como un increíble logro de guerra, capturar al mismísimo jefe expedicionario y con ello salvaguardar su pueblo de esos extraños hombres que poseen el trueno de destrucción en sus enormes piraguas y la ambición por las codiciadas especias en sus voluntades, guiados por un dios piadoso al que imponen espada en mano.

El resultado de la expedición que iniciaste, todos la conocemos ahora como el primer viaje de circunnavegación al mundo.

Casi quinientos años después Fernando, los soñadores que aún por aquí quedamos, buscamos a tientas la ruta a todos nuestros sueños, guiados por las mismas constelaciones sobre la cabeza y el esplendoroso caer del sol en la última línea del horizonte en el mar dibujado en las pupilas.
Bibián Reyes
Mayo del 2016.

jueves, 5 de mayo de 2016

ORACION PARA MI ESTRELLA DISTANTE






¿Que te atrajo de mí? Me preguntó una noche la estrella. 

¿Que clase de pregunta es esa? Respondí idiotamente ya que a una pregunta no se responde con otra, sin embargo lo justifiqué diciendo:

¡Vaya! Pues… ¡Eres una estrella! brillas para mí todas las noches en el firmamento, desde que te vi no hago más que esperar el tiempo para encontrarte y aunque haya nubes o tormenta estas siempre detrás aguardándome.

La estrella consternada por mi inocencia, respondió honesta:

Pequeño, el brillo que ves ahora salió de mi hace mucho tiempo, de hecho no era para ti  y es por las leyes inescrutables del tiempo y espacio,  que ahora tienes suerte en disfrutar.

Se hizo un breve silencio de tensión entre hombre y estrella, estrella y hombre, continué mirándola y sin desdibujar la alegría en mi rostro, a pesar del crujir en mi pecho repliqué.
Por supuesto, ¡Eres una estrella! Estabas ahí antes de mi llegada, otros te han adorado con simple verte, y antes de mi te han tenido como yo en este instante.

La estrella sonriendo enternecida dijo esto:

No debes preocuparte, yo estoy contigo ahora y es lo que importa.

A esto, solo pude pararme de puntitas extendiendo ampliamente los brazos para abarcarla y  las manos otro tanto ansiosas por estrecharla contra mi pecho en ardiente abrazo y, aunque de verdad me esforcé, no pude siquiera rozarla, los miles de kilómetros entre su rayo y mi devoción lo impidieron.

Decepcionado atisbé una última vez al cosmos plagado de bombillas ardientes, la humedad de mis ojos inundó en segundos mejillas y labios, corrí las cortinas y en la penumbra pronuncié con devoción esta plegaria:


De todas las alegrías eras la mayor por poseerte,
Y ahora que comprendo tu núcleo y tu compuesto,
Andar por ahí con tu brillo por pretexto,
No me hará de las gentilezas de la gente,
Así que en silencio te adoraré mientras,
De tu condición sideral no te desprendas,
O tal vez yo, al abandonar mi carne pueda
Emprender a prisa el viaje azaroso,
Y tras millones de años luz lo que de mí al cabo queda
Pueda contigo reunirse amante y jubiloso
Allá, tras el cobijo de la arcaica  Andrómeda
 Y el sutil reflejo del corcel Pegaso.

Bibián Reyes
Mayo del 2016