Dieciséis años separan la primera vez que pusiste pié en
un barco al día que por última vez se te vio descender por la borda, muchos
años en los que armaste en la cabeza el rompecabezas incompleto del mundo, y
dibujaste mentalmente las desconocidas e innumerables piezas faltantes.
Dos años y meses te llevaron
a recorrer por mares desconocidos una ruta que seguro de encontrar te puso proa
al nuevo mundo y más allá, poner pié en
tierras ignotas, con el norte a la diestra luego a la espalda, siempre con la
convicción de hallar la ruta por
estrechos jamás cruzados y con la intuición que solo los lobos de mar poseen,
salvando intrigas y conjuras, surcando un océano interminable dejando en ello hasta
el último aliento.
Tres meses cruzando con
temeridad el inmenso mar pacífico casi terminan con todo, solo las repugnantes
ratas pudieron apaciguar el hambre de tu tripulación que había devorado ya
correas y suelas de zapatos, restos de harina con orín de roedores y solo bebía
agua terriblemente descompuesta.
Sesenta segundos te separan del
fin, la mirada se nubla en tinta carmesí y la respiración deja de serlo para
convertirse en estertores que preceden a la muerte, tras de ti la veintena de
hombres que sobreviven la batalla, impotentes te miran morir mientras
se retiran vuelta a la nave donde darán cuenta de la pérdida irreparable de su
almirante alanceado por quienes defienden más que su isla su propia
cosmovisión; en pocos instantes dejarás de guiar una fragata, para tornar en leyenda, a pesar de no
cumplir con el cometido, la hazaña enmarcará tu aventura, una esquina del mundo
y del cielo mismo llevarán por siempre su nombre.
Tu último acto consiente fue
ver mirar a los tuyos ponerse a salvo, pues ahora yaces todo destrozado en
tierra, trofeo ya de feroces naturales quienes te exhibirán como un increíble
logro de guerra, capturar al mismísimo jefe expedicionario y con ello
salvaguardar su pueblo de esos extraños hombres que poseen el trueno de
destrucción en sus enormes piraguas y la ambición por las codiciadas especias en
sus voluntades, guiados por un dios piadoso al que imponen espada en mano.
El resultado de la
expedición que iniciaste, todos la conocemos ahora como el primer viaje de circunnavegación
al mundo.
Casi quinientos años después
Fernando, los soñadores que aún por aquí quedamos, buscamos a tientas la ruta a
todos nuestros sueños, guiados por las mismas constelaciones sobre la cabeza y el
esplendoroso caer del sol en la última línea del horizonte en el mar dibujado
en las pupilas.
Bibián Reyes
Mayo del 2016.