viernes, 23 de mayo de 2014

Era La Mar


Era un desierto, los gruesos vidrios de su pequeña ventana la protegían de la ventisca constante y caliente que soplaba rascando las paredes y el techo con uñas de arena.
Desde ahí se divisaba la inmensa extensión de tierra estéril, finísima arena gris claro se dispersaba en ondas interminables hasta donde se pierde el horizonte. Y este, carente de nubes o aves transitándolo, tampoco ofrecía novedad alguna en su azul desteñido, daba más el aspecto de ser una foto colocada en la pared, que un paisaje real, solo algunas cachanillas rodando de norte a sur esporádicas, rompían con la monotonía del paisaje en muy raras ocasiones y sólo en épocas específicas de año, procurándole con ello a Renata, el único testimonio de habitar nuestro mundo y no un asteroide tan yermo como remoto.
A veces, en mínimos instantes al día, ese incesante soplar se detenía del todo; se extinguía el silbar del aire y su monótona melodía, entonces ella imaginaba que el planeta se había detenido, en su mente claramente veía interrumpirse indefinidamente el giro de las manecillas del viejo reloj sobre la puerta y, a la tierra desde el espacio contener su movimiento de rotación, le parecía estar escuchando crujir y cimbrarse la colosal maquinaria de locomoción, rechinar molesta ante el freno de la titánica fuerza inercial….gracias a ello, su mente tenía paz y la única sonrisa que se dibujaba en su rostro de día se asomaba por su boca, con los ojitos entrecerrados se quedaba muy quieta, casi inmóvil, dejando de hacer lo que le ocupara, no fuera a ser que ella en su trajín, perturbara al viento, levantándolo de su silla y provocando que reanudara su constante exhalación.
Se pasaba pues la jornada haciendo sus deberes y desdeñando al viento, ora limpiando con un pañito el polvillo que por doquier se depositaba, ora puliendo el espejo y distinguiendo en su reflejo este núbil rostro con señales de inminente pubertad y en su cuerpo drásticos cambios en su breve anatomía; algunas veces cuando aburrida estaba, entreabría la puerta trasera y esperaba con mucha paciencia, hasta por espacios de tiempo verdaderamente largos, a que sigilosas, arañas de tamaños y variedades distintas escudriñaran cautelosas el fresco del interior, entonces con gran seguridad, las cogía con ambas manos depositándolas con suavidad en un balde vacío, comenzando una extensa observación y estudio, tomaba una libreta y lápices de cera, hojeaba buscando no haber esbozado ejemplar igual anteriormente, y de no ser así, trazaba con rapidez y habilidad una representación muy aproximada del espécimen en cuestión sin escatimar colores o detalles, bien satisfecha con el resultado, abandonaba los materiales y hablaba con ella, le aconsejaba no entrar bajo la invitación de la puerta abierta, ordenándole buscar refugio del sol abrazador en otro lado, porque papá o mamá no la tolerarían un solo instante, de descubrirla dentro moriría aplastada sin miramientos bajo el peso de sus huaraches; o bien a otras las regañaba por su mal temperamento frunciendo el ceño, luego las ponía al piso y como encantadas, abandonaban la habitación sin protesta alguna, rumbo al circundante abrazado desierto, pues… Era un desierto……..
Un desierto que se le metía al corazón conforme el carro del sol transportaba al gran astro en su travesía por el inmenso cielo, su calor la secaba por dentro, y por fuera su expresión la hacía parecer una flor marchita, agobiada se tiraba de bruces sobre el piso y tarareaba una secreta melodía para consolarse, así la ansiedad se borraba de su juvenil semblante, muy quieta con los ojitos cerrados esperaba llegar la noche, esta que en su negro rebozo carga siempre misterios fascinantes y prohibidos, odiosas las horas se apilaban en sus hombros obligándola a sentarse en el quicio de su pórtico a aliviar el peso contemplando el largo ocaso, desesperada asomaba la cabeza al solar, pero la tarde aún no languidecía del todo, solo cuando la temperatura descendía bastante y las chispas estelares comenzaban a divisarse, las sombras iniciaban su repentina danza clandestina, un cosquilleo le recorría el vientre, provocando risitas nerviosas a brotar por sus mejillas, con frenética emoción daba un apresurado salto a la cama y sin dejar ningún pendiente por hacer, ágil se deshacía el pelo, se desprendía la ropa , metida ya entre las tibias sábanas, oraba para que se manifestara esa noche el prodigo, solemne recitaba con mucha calma las memorizadas oraciones, y al finalizar persignándose, pegaba el rostro a la ventana, el vaho que empañaba poco a poco el cristal, era limpiado de inmediato con la manga de su camisón estirada con el puño, los ojos se le secaban por no parpadear desorbitados en espera de su particular maravilla, pues la transmutación del paisaje ocurría ante sí de pronto, sin aviso ni presagio, y tras un inevitable pestañeo, el tirano desierto daba paso a la contemplación más ansiada por su alma y entonces la meseta desolada estallaba en millones de luces que centellaban por doquier donde las olas se crispaban a capricho de la naturaleza líquida del agua, la constelación de virgo replicándose por mil en los mosaicos móviles, y la luna se contemplaba vanidosa sobre el gran espejo de la mar salada, sus pupilas dilatadas por la excitación hurgaban la superficie con avidez, deseosa por descubrir las maravillas que el océano cela a la curiosidad humana.
Ya fantásticos seres jugueteaban descuidados en la superficie: ninfas retozando alegres, se bañan con la espuma que se levanta al agitar sus voluptuosos cuerpos, entre risas sin pudor preparan el coqueteo sexual, los tritones su objetivo, quienes distraídos, estiran sus musculosos brazos sobre la marejada , practicando proezas de velocidad y fuerza, a lo lejos, un viejo Galeón pirata se aproxima raudo a fortuna de velas hinchadas por la benevolencia del soplo de Neptuno, de quien su magnánimo rostro aparece y desaparece entre la bruma del oleaje, del que emergen decenas de sirenas furtivas, las que con sus cantos eróticos provocan inevitablemente, pensamientos impúdicos a los hombres de mar, los que asoman sin prebendas por la cubierta del navío hasta caer por la borda, ansiando con ellas un desesperado encuentro lúdico, apresuradas, las lujuriosas encantadoras los toman en el aire para después ahogar en lo profundo de ese mar onírico, los deseos carnales con los cuerpos de las víctimas de su embeleso , quienes rebosantes de testosterona, sucumben ante los besos de sal y algas que sus apetitos en su psique crean; … y todavía más y más lejos, en la línea del remoto horizonte, cardúmenes de plateadas sardinas veloces cruzan de este a oeste y tras ellas, delfines lustrosos saltan por doquier, compitiendo contra descomunales ballenas en la caza del preciado alimento, el brillo tenue del plancton fondea los abismos, delatando a entidades propias de lo profundo, el Leviatán enfadado inmersa en el recóndito abisal y el Kraken a su vez, agita amenazante sus acerados tentáculos, la fosforescencia de las medusas parpadea por doquier como retratando a los multicolores peces que huyen sorprendidos, ella todo mira sin perder detalle del negro azul del mar, a través del verde azul de sus pupilas, y la adrenalina en su torrente sanguíneo , y su diástole, y su sístole replicándose segundo a segundo en mayor cantidad de hertzios, todo ese espectáculo le valía la espera, la colmaba toda por fuera y dentro, ya no era una flor marchita ni seca, las horas transcurrían veloces y se le colmaba de gozo el espíritu, amanecía con la felicidad tatuada en su alma y la fresca humedad derramada en su paraíso, ¡Qué excitación por su gran secreto! ¡Qué increíble su prodigio personal! ¡Grandes esperanzas de un futuro promisorio se hilaban finas cada noche! ¡Eran su refugio y compendio de sus deseos! ¡Era el reflejo de sí misma! ¡Era mito y realidad! ¡Era todo y era nada! ¡Era! ¡Era!…¡Era la mar!