UNO
Las
conversaciones de sobremesa siempre eran amenas y llenas de historias de las
que un hombre maduro tiene en demasía, viejas creencias y devoción matizan los
eventos relatados, la memoria ágil va trayendo remembranzas de sucesos y
aventuras, ya sea en la capital del país o allá en Oaxaca de donde es
originario. Su familia le escucha atenta relatar las ya muy masticadas historias
que forman parte entrañable del colectivo, Guadalupe sin perder atención al
relato, me va dando un poco más detalles en corto, mientas aprieta mi mano con emoción.
Esta
historia en particular era dramática, viajan al pueblo paterno a la fiesta anual en honor a
la virgen de Juquila culto muy extendido
entre la gente de esa región, lleno de instrumentos y equipo de sonido, músicos
y familia marcha el viejo camión alquilado en la ciudad de México y por ende
poca pericia posee el chofer en esos caminos entre la sierra que divide el
altiplano y los valles del antiguo reino Mixteco, por tanto las subidas lodosas
y las pendientes con voladeros en ambos lados cada vez le exigen más atención y
control, los frenos de atole van siendo más necesarios a la vez que insuficientes, la curva cerrada
impide tomar fuerza para sobrepasar la empinada cuesta, el camión avanza unos
cuantos metros luego ni la sobremarcha es suficiente para lograr continuar, el
gran peso se carga hacia atrás obligando al operador a soltar el acelerador y
pisar con todas sus fuerzas el freno, con la sacudida las llantas inmóviles
comienzan a resbalar en diagonal aproximándose peligrosamente a la orilla sin
margen de maniobra, ya sudaba el conductor cuando dejaron el camino con asfalto
ahora perla su frente por la zozobra, les ordena a todos bajar y buscar piedras
para atrancar las llantas, la pierna se entume por la fuerza sobre el pedal y comienza
a temblar, todos corren buscando rocas
grandes en un camino liso como una moneda, entonces Celio que no se apartó del
chofer, cierra los ojos y pronuncia bajo estas palabras “Virgen de Juquilita
ayúdanos por favor”.
Diez o
quince segundos interminables de gran angustia y luego, por la casi
infranqueable ladera aparecen seis o siete hombres con lazos y tablones, detrás
de ellos un tractor con cadenas en las ruedas avanza lento pero firme, incrédulos
exclaman cada uno a su modo las emociones contenidas, para luego pedir ayuda a los inesperados que
vienen de desatascar una camioneta del fango en una brecha próxima…
DOS
Fue muy
doloroso Bibián, haberlo visto no una sino dos veces de la mano paseando con la
chica esa, pero ya me conoces, la primera vez me detuve bajé del carro y le
dije, oye él es mi esposo, está casado conmigo mira, y le enseñaba el anillo en
mi dedo, ella con los ojos muy abiertos me miraba y decía, cálmese si no somos
nada, solo vamos caminando juntos, yo iracunda me di media vuelta y me fui
llena de rabia a llorar a mi casa, luego ya en privado no te puedes imaginar la
pelea, el llanto los reproches y la
impotencia, luego la segunda vez que los vi les dije, no que no eran nada, la
chica no se atrevió a decir nada él también se quedó mudo.
Luego ya en
el trámite del divorcio se empezó a llevar sus cosas, caí en depresión tuve
terapia psicológica , me la pasaba llorando pero no podía dejar de ir a
trabajar, dar clases de alguna manera mantenía
mi mente ocupada, lo más difícil era llegar a mi departamento y saberme sola, comencé también a armar
rompecabezas de muchísimas piezas, en ello me pasaba el tiempo en casa, dejé
también de arreglarme bonita y a usar
ropa holgada no quería llamar la atención de nadie, sabes también que como
estoy bien nalgona desde estudiante era un problema andar en la calle y
en los camiones no faltaba el cabrón que me agarraba una nalga o las dos, a mi más
que coraje me daba miedo, pero no le decía a nadie, solo llegaba a mi casa y me
ponía a llorar de impotencia, por eso cuando me comenzó a ir bien junté para
sacar mi carro, ya entonces me había casado y me causaba alegría ver a mi
marido llegar por mí en mi jetta rojo nuevecito de agencia.
Ese fue
otro problema luego de que ya se había salido de mi departamento, a fuerzas
quería el carro, yo lo había pagado de mi bolsa, pero este cabrón me hizo
cuentas de cosas que él había comprado y en suma era casi la mitad del valor
del coche lo que le tenía que dar, entonces de tan desgastada que estaba, llevé
vender mi coche, me dolió un chingo, porque me había costado mucho comprarlo y
me hacía mucha falta ya te dije por qué, pero con tal de no verle la cara al
fulano le di el dinero que me peleaba para ya no tener que estarle escuchando
cobrarme o tener que dárselo.
Yo salía y
tomaba taxi, y de regreso lo mismo, pero también los taxistas son bien cabrones
y no faltaba el que me decía alguna cosa,
ya era fin de año yo no quería ir a la cena que la universidad da a los
maestros, no tenía nada que celebrar ni había puesto adornos navideños ni nada,
al final me arreglé y me fui a la cena, comenzaron las rifas y la convivencia,
casi al último tocó el premio más grande, y ¿ qué crees?, que me lo saco Bibián,
¡nuevecito me gané el cochecito! Al otro día fui a recogerlo, ¡quiero mucho a
mi atitos!
Cancún Quintana Roo, diciembre del 18.